ABC 16/09/14
IGNACIO CAMACHO
· Mas no se dio cuenta de que al plantear el conflicto como un pulso lo tenía que perder alguien. Y le va a tocar a él
POR mucho que haya avanzado el furor independentista, mucho más emotivo que racional, en Cataluña sigue habiendo más gente que prefiere una solución a un lío. Sucede que el lío está demasiado enmarañado y buena parte de los artífices del embrollo no saben ya cómo desanudarlo a su pesar. El primero de todos el presidente Mas, que ha ido todo el tiempo detrás de los acontecimientos como tratando –será por metáforas– de hacer surf en la espuma de una ola y cada vez está más cerca de estrellarse. Como ya no se puede bajar de la tabla, o eso cree él, acabará descalabrado.
Mas no se ha dado cuenta de que al plantear el conflicto como un pulso lo tiene que perder alguien. Y le va a tocar a él. Podía y debía haber sido el factor de equilibrio, el hombre que por su posición estaba llamado a templar ánimos y encontrar acuerdos, pero prefirió sumarse a los que querían lanzar un órdago al Estado sin reparar en que en Cataluña el Estado es él mismo. La secesión era el proyecto de Esquerra, no el suyo; al asumirlo ha extraviado el liderazgo y va a acabar perdiendo también la mayoría social. Ahora todo el mundo sabe que el futuro, o la idea que cada cual tiene del futuro, no pasa por él. Los separatistas porque se sienten beneficiarios de la tensión, tras la que atisban un sorpasso hegemónico, y el Gobierno de España porque se siente desafiado y necesita ganar ese desafío. Incluso la propia Convergencia lo considera ya amortizado y solo espera que se le agoten los plazos.
El adelanto electoral, probablemente a enero, solo será un parche al gatillazo inevitable del referéndum de noviembre. Mas puede optar por encabezar una lista única –«plebiscitaria» la llaman– con ERC y otros soberanistas, presentarse al frente de su partido, si le dejan, para perderlas o dar un paso atrás y retirarse, que sería lo más sensato y tal vez por eso lo que no haga. El cálculo plebiscitario de los secesionistas puede salir mal porque no tiene en cuenta la irrupción de Podemos/Ganemos, cuya agenda es de ruptura social antes que territorial, aunque habrá que ver por dónde salen. Y no está nada claro que la prudente clase media catalana se sienta, pese al calentón emocional de estos años, seducida por un salto al vacío.