El talón vasco de Rajoy

EL CORREO 27/01/14
TONIA ETXARRI

· El presidente del Gobierno tendrá que ser más contundente cuando viaje a Euskadi, en donde su partido no acaba de sacar cabeza

Necesitará dar más pasos adelante como el de Barcelona. El presidente Rajoy, el pasado sábado, hizo mucho más que decir «no» al referéndum que pretende convocar Artur Más en Cataluña. Consiguió, sorprendentemente, entusiasmar a la afición popular catalana al anunciar obviedades con tanta determinación. Con esa declaración rotunda («la autonomía no otorga la propiedad del territorio»), quienes le escucharon agradecieron el golpe de timón . Porque Rajoy, hasta ahora, se había parapetado tras las declaraciones genéricas sobre sus gustos y sus temores. «Lo que no me gusta. Lo que me preocupa». Desde que compareció en la entrevista televisiva en la que aseguró que tenía un plan, el presidente se ha ido creciendo en la defensa de la legalidad. Quizá le esté ayudando saber que, a pesar de las escenificaciones de Rubalcaba por marcar distancias, en el fondo los dos están de acuerdo sobre Cataluña.

El caso es que hizo un buen discurso en Barcelona desactivando el victimismo nacionalista y proyectó la confianza que sus seguidores necesitaban. El futuro de Cataluña, o se decide entre todos o no será. Puro artículo 92 de la Constitución, que establece que las decisiones de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos. De todos. Y la gente se puso en pie.

Rajoy tendrá que mostrarse mucho más contundente y sacar músculo cuando viaje al País Vasco, en donde su partido no acaba de sacar cabeza. Desde la excarcelación de Bolinaga, y ya han pasado dos veranos, y los mensajes contradictorios de algunos dirigentes populares, sus seguidores tienen la sensación de falta de rumbo en un partido que, con la fuerza electoral disminuida, pelea por encontrar un hueco en la política sin que el PNV acabe anulándolo como oposición. El eslabón más sensible de sus señas de identidad, las víctimas del terrorismo, acusa el golpe de las contradicciones experimentando una continua fuga de desencantados hacia otros partidos o asociaciones, o hacia la nada. Muchos de los que participaron activamente en movimientos cívicos como Basta Ya, donde confluían socialistas, populares y ciudadanos defensores de la Constitución, han visto cómo los intereses de los partidos han ido desactivando esas iniciativas.

Desde que Basta Ya saltó por los aires cuando los socialistas llegaron a la conclusión de que la convergencia con el PP no les beneficiaba, la cadena de rupturas parece no tener fin. Se fueron los Pagazaurtundua de la familia socialista. Como los Múgica. Ahora, Ortega Lara y Santiago Abascal. Estos días la familia de Gregorio Ordóñez y el PP han protagonizado un enfrentamiento que viene de lejos y que no ha aportado más que desazón a los seguidores populares. Las duras palabras de Ana Iribar asegurando que no volverá a votar al PP. La escasa habilidad de este partido por no ceder la palabra a la hermana de Gregorio Ordóñez en el homenaje al político asesinado por ETA, alegando que Consuelo no es del PP. Pero a la afectada se le acaba de abrir en Covite una vía de agua imposible ya de contener. Se le han ido personas de gran valía. Que han sufrido tanto como ella. Qué más da si son 100 o 200. Importa uno solo. Se llame Pilar Elías, Baglietto, Iruretagoyena, o Elorza. Se van porque no quieren que se haga política partidista desde un colectivo de víctimas. Sufren más pérdidas a fuerza de enfrentamientos y abandonos. Y el PP sin lograr integrar a todos aquellos que creyeron en su opción electoral. Con este panorama planea una inquietante pregunta: ¿Qué han hecho Jaime Mayor o Esperanza Aguirre para evitar que los desencantados abandonaran el PP?

Desde que se fue Antonio Basagoiti de Euskadi, el PP vasco no es un partido homogéneo y coherente. Ahora, en plena preparación del congreso de marzo, Arantza Quiroga tendrá que buscar el equilibrio de las tensiones internas. Que las hay. El ‘número dos’, Iñaki Oyarzábal, llegará tan cuestionado al cónclave que el nombre del vizcaíno Damborenea se maneja en las quinielas de los populares como su posible relevo. Al actual secretario general se le reprocha su escasa habilidad para gestionar la posición de su partido en el debate sobre el fin del terrorismo. De falta de sensibilidad con las víctimas. Pero a nadie se le escapa que Alfonso Alonso, mano derecha de Rajoy y de Soraya Sáenz de Santamaría, seguirá apostando por el alavés contra viento y marea.

Pero la tormenta está desatada. Cuando se presente Rajoy en Euskadi, después de haberse entrevistado con el lehendakari Urkullu, tendrá que decir a los suyos algo más que su Gobierno no negociará con ETA mientras la banda no se disuelva. Sostiene que tiene un plan para evitar que los nacionalistas catalanes lleguen a la meta de la secesión. ¿Pero tiene un plan para evitar que el PP vasco acabe erosionado por el desapego de las víctimas y condenado a la irrelevancia por la sombra del PNV? Ese es su flanco débil. Su talón vasco. No lo tiene fácil. Entre el sector más proclive a la ilegalizacion de la izquierda abertzale, por ahora inviable, y los más pragmáticos echando una mano al PNV en la crisis económica, cuando la mayoría de las fuerzas del Parlamento vasco presionan para acercar a los presos de ETA sin esperar su disolución. Lo que no funciona aquí es dejar pasar el tiempo. Corre en contra de los populares, que ven alejarse a quienes más se identificaron con su causa.