TEODORO LEÓN GROSS-ABC
- Sólo le falta, eso sí, la guinda de Vox votando no a la moción de Vox
La moción de censura todavía puede tener un final glorioso: Vox votando contra la moción de Vox. Podría ser la pirueta final de una operación demasiado chusca para descartar ese doble mortal con tirabuzón. De momento Vox ya anda rumiando su berrinche ante la incontinencia de su candidato casi nonagenario que va a subir a la tribuna del Congreso a darse un gustazo crepuscular, una suerte de canto del cisne, como una dosis de viagra para Casanova antes de decir adiós. En el cuartel de Abascal ya han comprendido que el viejo don Ramón hará de su capa un sayo. «Yo no estoy aquí para defender a Vox» ha dicho Tamames, dejando a Vox con el mal rollo de Cagancho en Almagro después de saber que sus tres meses de preparativos pueden acabar con el viejo comunista sacándoles los colores a ellos a propósito del cambio climático o la inmigración, y por supuesto la deslealtad nacionalista al trascender que Tamames propuso a los pujolistas seguir la vía de la nación catalana precisamente el día en que el Rey trataba de poner cordura bajo el incendio golpista de 2017. Esto pinta a tamamazo. La moción de Tamames, con vox pero sin voto, sólo podría ser un espectáculo bufo de no suceder precisamente en un clima de genuino Celtiberia Show en el tablero político que él aspira a agitar como un avispero. Tal vez tenga algo de catarsis después de este 8-M bajo la ruptura de la ley del ‘sólo sí es sí’ confirmando que el PSOE tiene subarrendada una cuarta parte del Gobierno, cuyas lindes se prestan a los dramones de pespuntes lorquianos, entre acusaciones de traición y de adanismo, de iletrados y falsarios, y el cruce de navajas trans y terf. A Sánchez se le acaban los conejos en la chistera, como esa última iniciativa de elevar la paridad salida de su gabinete de ocho hombres y una mujer. En esa herida ha hurgado Feijoo, cuyo mayor riesgo en este momento es tener un micrófono delante. O cuando lo tiene Ayuso on fire.
Aunque parezca el cuento de nunca empezar, la moción se pondrá en escena después de apagarse la marimorena de este 8-M, eso sí, sólo cuando Sánchez dé la orden a Meritxell Batet –a ver, ¿de quién es el Congreso?– que de momento lo que sí ha comunicado es el permiso a la juez del ‘Bernigate’ para investigar los dispositivos del Tito Berni, no sin haberle vendido antes a éste su iPhone y su iPad mientras la Fiscalía lo mantenía en libertad despreciando la destrucción de pruebas. Las derivas del sainete irán a más. La oficina paritaria de Sánchez –al 50% madrileños y no madrileños, sin más paridad– da prioridad al baldón de Ferrovial, que ha destapado las torpes tentaciones peronistas de su equipo económico y mediático mientras resolvían el largo asedio a Indra con la salida del último de Filipinas y un revolcón en bolsa. Así está la España del tardosanchismo a la que quiere interpelar Tamames, de modo que tampoco va a resultar una astracanada esperpéntica. Sólo le falta, eso sí, la guinda de Vox votando no a la moción de Vox.