No se podrá saber si los atentados contra Recalde y Del Olmo guardan relación con sus artículos, ni si ETA habrá tomado alguna decisión sobre Iturgaiz desde ayer mismo. Es probable que no. La única característica que comparten los tres citados es pertenecer a la sociedad que no se calla ante los amigos de Sastre y ésa es causa suficiente para figurar en sus listas.
Alfonso Sastre es, amén de dramaturgo, escribidor de periódicos. En 1980 escribió en El País un largo artículo seriado, Ni humanismo ni terror, en cuyo título quedaba definido un campo moral entre los extremos rechazados para la virtuosa violencia revolucionaria. La serie provocó la respuesta de intelectuales como Francisco Ayala y José Ramón Recalde. El problema metodológico de Sastre, venía a escribir Recalde, es que una vez aceptadas las afirmaciones que propone como verdades axiomáticas, «las consecuencias son inevitables».
Tenía más razón de lo que suponía. Las consecuencias iban más allá de las conclusiones que el propio Sastre extraía en sus artículos. En 1987 escribió una requisitoria contra el periodista Luis del Olmo, contra el que, años más tarde, el monopolio de la violencia revolucionaria en Euskadi atentó hasta en siete ocasiones. La misma ETA atentó el 14 de septiembre de 2000 contra Recalde, que pudo salvar la vida con un tiro en la mandíbula.
Ayer publicó otro artículo en Gara. El asesinato de Eduardo Puelles, las imágenes del coche ardiendo con su cuerpo dentro, abriendo los informativos de televisión, eran tratadas como una metáfora del conflicto. El resto se apoyaba en la siguiente frase, extraída del diario El Correo: «Iturgaiz cree que Iniciativa ha dejado con el culo al aire al Constitucional y pide fumigar a los acólitos de la banda». Ha dicho fumigar y Sastre interpreta literalmente que añora las cámaras de gas de los campos nazis. En buena lógica, tendría que haber dedicado un par de párrafos a negar que él o alguien de su lista hayan bajado los gayumbos o las bragas a los miembros y miembras del Tribunal Constitucional.
No se podrá saber si los atentados contra Recalde y Del Olmo guardan relación con sus artículos, ni si ETA habrá tomado alguna decisión sobre Iturgaiz desde ayer mismo. Es probable que no. La única característica que comparten los tres citados es pertenecer a la sociedad que no se calla ante los amigos de Sastre y ésa es causa suficiente para figurar en sus listas. La función de sus escritos es, en todo caso, producir el ruido desagradable de los tambores destensados que acompañaban al reo hasta el cadalso -cajas destempladas- en algunas ejecuciones.
Familiares del inspector Puelles y autoridades se congregaron el sábado en Arrigorriaga, bajo la mancha rectangular que en el encalado de la pared ha dejado una placa en la que decía Argala Enparantza. Todavía figura con ese nombre en la web del Consistorio y en el callejero municipal.
‘Argala’ era amigo de Sastre y de su esposa, Eva Forest. Ella le había buscado cobijo en 1973, cuando el comando Txikia preparaba el asesinato de Carrero Blanco. Forest fue la publicista del magnicidio con el seudónimo de Julen Aguirre. Su casa volvió a ser base logística de ETA para el atentado que el viernes, 13 de septiembre de 1974, costó la vida a 12 personas en la cafetería Rolando, una docena de metáforas de golpe.
Para completar el retrato del matrimonio Sastre-Forest hay que leer dos libros de la feminista Lidia Falcón, testigo privilegiada de aquella lamentable historia: Es largo esperar callado y Viernes y 13, en la calle del Correo.
Santiago González, EL MUNDO, 22/6/2009