TEODORO LEÓN GROSS-ABC
- ¿Alguien cree que a la dirección del PSOE le preocupa realmente la degradación moral de estas performances?
El odio es un combustible básico para el sanchismo. Es ahí, exactamente en ese punto, donde quieren la política española: en un frentismo áspero y excitado en el que victimizarse ante el odio cainita de la derecha. Tienen la maquinaria puesta a punto como un reloj suizo; y cuentan siempre con Vox para pasarse de frenada y regalar al PSOE una coartada ventajista. Ha vuelto a suceder. Trescientos exaltados acuden a Ferraz en Fin de Año convocados por los cachorros de Vox (¿de verdad no se les ocurre un plan mejor de Nochevieja?) para engorilarse apaleando un muñeco con las hechuras del presidente del Gobierno… y con eso ya le han dado a Sánchez la primera alegría de 2024. Un día después, mientras los españoles se desperezaban de la madrugada de cachitos sectarios en la televisión pública, Ferraz anunciaba a los cuatro vientos una querella por delito de odio. La mascarada perfecta. El delito de odio no existe y lo saben –el odio es feo pero no criminal– y la incitación al odio sí está tipificada pero contra colectivos vulnerables, no para la nomenclatura del poder. Eso también lo saben. Es todo teatro. El Telediario ya se encargará del publirreportaje una vez que los ministros salgan coordinadamente –factoría Bolaños– a denunciar la persecución de los socialistas como si fuesen los viejos cristianos de las catacumbas. Todo por cortesía de Vox.
¿Alguien cree que a la dirección del PSOE le preocupa realmente la degradación moral de estas performances? ¿Qué pasó cuando dirigentes del PSOE, alcaldes y candidatos junto a las Juventudes del partido, descabezaron a Rajoy con una guillotina como si fuera Luis XVI? ¿Y cuando Sortu, los nuevos mejores amigos del PSOE en Pamplona, ahorcaron al Rey ante el Gobierno foral de Navarra? ¿Y las piras del nacionalismo catalán para quemar a Abascal como a Juana de Arco? La lista es muy larga, y basta para retratar el cinismo oceánico del PSOE, cuya dirección nunca ha condenado nada que no les conviniera por tacticismo. Sus socios, como ellos mismos, llevan años con esta clase de espectáculos. De hecho, el odio fue la gran aportación de la escuela Podemos –a ellos, como apunta Daniel Gascón, se les debe la normalización del odio en la política española– y siempre ha habido mucha fiesta cuando escrachaban a dirigentes del PP, reventaban el muñeco de Ayuso con un bate de béisbol, se hacía «tiro al facha» o quemaban boca abajo a Felipe VI. Después esa bandera del odio, como tantas otras, se la arrebató Sánchez a Pablo Iglesias… . y ahí están, rasgándose las vestiduras muy ofendiditos, encantados con los excesos miopes de Vox.
Esto ya no engaña a nadie. O no debería. Lo asombroso es que en el PP aún no sepan gestionar estas trampas. La primera vez aún podían acusar al PSOE de cinismo, incluso la segunda y hasta la tercera, pero si a estas alturas te siguen pillando sin capacidad de respuesta, ese es ya tu problema. Y en Génova han vuelto a picar.