Se equivoca Puras si cree que los cuatro partidos nacionalistas integrados en Na-Bai van a sostenerle cuatro años sin contrapartidas en lo único que les une: el acercamiento institucional de Navarra a Euskal Herria. En cuanto alguien saca a relucir la identidad, los nacionalistas gritan «maricón el último», no importa que el primero haya saltado por la borda.
Aquí llamamos coherencia a llamar a las cosas siempre con los mismos nombres, aunque usemos para ello los nombres que no son. Los ciudadanos canarios, un suponer, han votado generosamente a los socialistas, que han obtenido 26 escaños, frente a los 17 de CC y los 15 del PP. El candidato López Aguilar dice razonablemente que el electorado ha expresado voluntad de cambio. Lo sorprendente es que el tercer hombre de la política navarra también sostenga desde la breve peana de sus 12 escaños, que sus paisanos han votado por el cambio y haya deducido que le han ungido a él por delante de Sanz, (22 escaños) y Zabaleta, (12 escaños, con más votos que el PSN).
Es lo que tienen las elecciones, que en los días siguientes los ciudadanos parecemos gilipollas cuando los electos nos explican lo que hemos votado. Tras las autonómicas de 1986, Euskadiko Ezkerra (9 escaños), propuso a Bandrés como lehendakari: Benegas (19) no podía ser porque «éstos le consideran maketo»; el PNV (17) y EA (13), tampoco, porque acababan de escindirse y no podían votar al candidato del otro; HB (13) no, por razones obvias, o sea que lo más sensato era hacer al quinto lehendakari. Ya se sabe que no hay quinto malo, según el argot taurino.
Durante la campaña y antes, el candidato Puras se había negado a definir preferencias en materia de alianzas, negó de manera categórica que fuese a crear un órgano común entre el País Vasco y Navarra y dijo que no contasen con él si los votos le convertían en el tercer hombre.
Bueno, pues ahí está el tercero, negociándose la presidencia con Patxi Zabaleta, que fue el segundo. Si Puras no anunció sus intenciones no fue porque encuentre un especial placer en ocultarlas, sino porque una parte de sus votantes habrían dejado de serlo. Por eso optó por el disimulo, para poder hacer con esos votos lo que sus propietarios no querían que se hiciera.
Si finalmente es investido presidente, no va a tener una legislatura fácil. Se equivoca si cree que los cuatro partidos nacionalistas integrados en Na-Bai van a sostenerle cuatro años sin contrapartidas en lo único que les une: el acercamiento institucional de Navarra a Euskal Herria. Los nacionalistas trabajan a largo plazo, pero son como los carneros de Panurgo para según qué cosas. En cuanto alguien saca a relucir la identidad, todos gritan «maricón el último», no importa que el primero haya saltado por la borda. Ahí está el Estatut de Cataluña, con Maragall y Pujol renegando del error. Tres veces estuvo a punto de descarrilar y tres veces lo salvó la voluntad de Zapatero.
Si los socialistas piensan que un Gobierno con Na-Bai les permitiría comprar más tiempo a ETA, es que no saben lo que es el terrorismo. ¿Por qué va a premiar ETA un pacto que deja fuera a los suyos? La presidencia de Puras no es una de sus aspiraciones inmediatas. Y si Zabaleta es el consejero de la Presidencia, menos aún.
Santiago González, EL CORREO, 19/6/2007