Editorial, EL PAÍS, 6/5/12
La banda no ha de plantear una negociación sino entregar las armas y disolverse
La autodenominada Comisión Internacional de Verificación del alto el fuego declarado por ETA el pasado octubre ha hecho público un mensaje ratificando el cese definitivo de la violencia y transmitiendo la disposición de la banda a abrir conversaciones con el Gobierno. El punto sustantivo de que los terroristas parecen haber interiorizado el final de su actividad llega envuelto en el ropaje bélico de una escenografía, un discurso y una oferta que, en último extremo, solo sirve al propósito de presentar el crimen y la extorsión como algo necesario. Si, por una parte, el Gobierno y las fuerzas democráticas no pueden aceptar el ropaje bélico, por otra, tampoco deben despreciar el punto sustantivo: este es el dilema del que la dirección etarra espera obtener algún triunfo simbólico con el que dar sentido a su historia.
Solo que su historia no ha tenido sentido alguno, y es inútil esperar que el Gobierno, las fuerzas democráticas y la sociedad en su conjunto concedan en el ocaso de la banda el triunfo simbólico que esta no pudo arrancarles en los momentos más feroces de su chantaje. La Comisión Internacional de Verificación es la instancia informal en la que se ha querido apoyar la banda para escenificar su final, y tendrá sin duda sus razones. Pero lo que la banda no puede pretender es que esa Comisión suplante al Estado ni sirva de pantalla a su reconocimiento como interlocutor en ningún género de negociaciones, ni siquiera en las que acostumbra a denominar técnicas. De alcanzarse en esta ocasión, el final del terrorismo no será nada distinto de lo que el Estado de derecho buscó desde el principio: no un acuerdo entre dos partes, sino una decisión unilateral de quienes practicaban el crimen y la extorsión.
La revisión de la política penitenciaria adoptada por el Gobierno, y respaldada por las principales fuerzas de oposición, es la única respuesta que cabe dar a una situación que es nueva porque la banda habla de cese definitivo de la violencia, pero no de disolución ni de entrega de las armas. Con el mensaje hecho público por la Comisión de Verificación, la dirección terrorista trata de retomar la iniciativa, solo que, como en tantas ocasiones anteriores, parece confundir el terreno. Si la banda desea dar pasos para llegar al final no ha de hacerlo en el terreno de ninguna negociación técnica ni, menos aún, política, sino en el de los hechos: entregando las armas y disolviéndose.
Editorial, EL PAÍS, 6/5/12