ABC 07/04/17
HERMANN TERTSCH
· Por miedo al conflicto todos tienden a tolerar todo. Hasta lo intolerable
«EJECUTAR a un facha mientras le susurras al oído: Madrid será la tumba del fascismo». «Esperemos que Cristina Cifuentes muera antes de las doce, será un puntazo que muera en el aniversario del pioletazo a otra rata». «El asesinato de Rajoy va a ser #unatravesurainfantil». «Lo único que lamento es que Adolfo Suárez no hubiera muerto con una bomba debajo de su choche». «Me molesta que Rajoy no haya recibido aun un balazo en la cabeza». Durante casi una semana ha sido una cuestión principal en la actualidad política nacional española el dirimir si esas frases son chistes. Esas y otras no menos crueles y brutales, casi todas expresando un deseo de asesinar o el gozo por el asesinato habido. Todas estas frases son de Ramón Verá, un joven que se declara transexual y se llama ahora Cassandra. El hecho de que un joven desequilibrado escriba frases salvajes en las redes sociales no tiene importancia. Sí la tiene que la tercera fuerza en el parlamento español, los comunistas de Podemos, hayan convertido a la inverosímil Cassandra en mascarón de proa para una ofensiva que acabe con las restricciones legales a la apología del terrorismo y la humillación de las víctimas. Con razonable éxito. La mayor parte de la izquierda española y sus aledaños separatistas, se pliegan ante el señuelo del chiste y la libertad de expresión. Los líderes de Podemos ya tenían un largo historial de tuits de apología del asesinato y la violencia. La defensa de sus emuladores es ahora un salto cualitativo en la ofensiva contra el Estado de Derecho.
La defensa que plantean ahora Podemos y satélites busca romper los diques legales que impiden considerar a ETA y sus atentados algo positivo para la «democracia progresista». Esta nueva visión, que es la etarra, justificaría tanto la gratitud a la «lucha armada» como la movilización en favor de terroristas y sus tesis. Garantizar la impunidad de la celebración del asesinato o la demanda de la muerte del adversario político abre las puertas a convertir al terrorismo en un factor político normalizado más. Y debilitar aún más al constitucionalismo. Ahora sufre otro embate en el País Vasco donde toda la izquierda española se ha unido a los nacionalistas en apoyar a ETA y sus organizaciones en la mascarada de la entrega de armas de mañana día 8.
Otra vez la «narrativa» de una ETA progresista con buenas intenciones y merecedora de gratitud. Como la interpretación de la defensa de los tuits sobre Carrero Blanco, eje de la acusación y condena a Cassandra, pero también eje de la manipulación de sus «defensores». Ayer mismo, miembros de la sórdida camarilla de propagandistas de la ultraizquierda fomentada paradójicamente en cadena tan cercana al Gobierno del PP como LaSexta, decía que el atentado a Carrero no debía ser considerado siquiera terrorismo porque era contra un «jefe de gobierno genocida». Nadie denuncia semejantes vilezas contertulias y pocos se atreven a propugnar la aplicación de la ley. Por miedo al conflicto todos tienden a tolerar todo. Hasta lo intolerable. Y así se impone el discurso etarra de la falsificación histórica en toda la izquierda y parte del ultracentrismo. Nada ha hecho para evitarlo un gobierno del PP que ha mantenido intacto toda la estrategia colaboracionista de Zapatero. Mientras ayer en San Sebastián voces como Savater, Pagazaurtundúa u Ordóñez pedían lucidez, firmeza y dignidad a los españoles, es evidente que el mensaje antiespañol de la mentira totalitaria avanza, con televisiones volcadas en propaganda afín y un ejército de cómplices que no tienen enfrente más que a un gobierno dedicado a sí mismo y una sociedad moral y políticamente confusa e inerme.