Pocos años antes, el despropósito de la intervención en Libia de una coalición internacional liderada por Francia para derrocar a Gadafi convirtió el país en un Estado fallido en manos de múltiples facciones que se reparten el territorio y los pozos de petróleo sin más control que el de la fuerza militar. Y en ese enclave sin Gobierno tanto el IS como Al Qaeda han encontrado la plataforma ambicionada para dar el salto a Europa. Entre las dos internacionales del yihadismo, además, existe una declarada competencia para ver quién comete los atentados más impactantes y se hace con el dominio del terrorismo internacional. Así al menos lo consideran los informes de las Fuerzas de Seguridad del Estado que publicamos hoy. Según la Policía y la Guardia Civil la situación de descontrol en Libia lo convierte en el país del Magreb más propicio para convertirse en refugio de muchos combatientes que regresan de Siria y participan en la organización de atentados como los ocurridos en Túnez en los últimos años.
Porque otra de las amenazas que señalan los informes hacen referencia al peligro potencial que representan los yihadistas que vuelven a sus países de origen procedentes de Oriente Próximo. Desde que el IS comenzó a perder terreno en Siria e Irak, debido a la presión de las potencias occidentales, al menos el 30% de esos terroristas, algunos de ellos con nacionalidades española y francesa, están retornando a Europa, en muchos casos para convertirse en lobos solitarios o para engrosar las filas de comandos asesinos. En el caso español, según los datos que obran en posesión de las Fuerzas de Seguridad, hay 200 personas procedentes de nuestro país participando en la guerra siria. De los 30 que regresaron, 15 se encuentran en prisión acusados de terrorismo.
Estos datos son lo suficientemente alarmantes como para que España no descuide la lucha contra el terrorismo islámico en coordinación con los servicios de inteligencia de nuestros socios comunitarios y de la OTAN. El próximo Gobierno no debe eludir la implicación de nuestro país en focos tan importantes como el Sahel, donde hay desplegado un importante contingente, ni colocar en un plano secundario la lucha contra el terror. Una lucha que debe tener como prioridad inmediata el combate al IS y Al Qaeda en los territorios donde están asentados. La comunidad internacional no puede seguir evitando por más tiempo la realidad libia y tiene que intervenir para poner fin a la actual situación de caos que se ha convertido en una amenaza real para Europa.
También, como hemos defendido desde estas páginas, España debe colaborar en la medida de sus posibilidades en la lucha en Siria e Irak contra el IS, donde tanto los bombardeos estadounidenses como los rusos e iraníes están haciendo retroceder a los terroristas. Por eso es una mala noticia el aumento de la desconfianza entre Rusia y EEUU, principales potencias de la coalición anti IS, justo un día antes de que se cumpliese el plazo de una semana de tregua previa al comienzo de las intervenciones de forma conjunta. El ataque de aviones norteamericanos a posiciones del ejército sirio, que se han apresurado a calificar como «no intencionado», pone en peligro el reciente pacto que sellaron Kerry y Lavrov. La ONU ha denunciado también que el Gobierno de Asad no está permitiendo, como se comprometió, que la ayuda humanitaria llegue a Alepo, donde viven asediadas más de 250.000 personas. Es cierto que el tablero de guerra sirio es complejo, pero no han de escatimarse esfuerzos para luchar contra el principal peligro que existe hoy para la seguridad internacional.