Ignacio Camacho-ABC
- Contexto de reconciliación, dice el eminente abogado. No hay más que ver lo profundamente reconciliados que estamos
El abogado Spielmann, el hombre que tumbó la ‘doctrina Parot’, sostiene entre sus argumentos para avalar la amnistía el presunto «contexto de reconciliación» bajo el que la medida se enmarca. Y lo explica con un razonamiento de gran profundidad jurídica: la coletilla que acompaña –«para la normalización política y social de Cataluña»– la denominación oficial de la Ley Orgánica. Olé tus co…dos, minerva, que los tendrás raspados de tanto estudiar. Si la Corte de Luxemburgo le compra esta reflexión tan sofisticada, cosa bastante probable, Pedro Sánchez podría legalizar la esclavitud –que tampoco está prohibida expresamente en la Constitución–con otra ley que se llamara «de regulación de las prestaciones laborales no gratificadas», o autorizar la pederastia con un decreto «de protección a las demostraciones de afecto a la infancia». El pensamiento Humpty Dumpty en su expresión máxima: el poder determina en cada caso el significado de las palabras.
El dictamen del eminente jurisconsulto, que llegó a presidir el Tribunal de Derechos Humanos nada menos, es un triunfo incontestable del jefe del Gobierno, consagrado como un pacificador nato a nivel europeo. Pedro I el Apaciguador. No hay más que verlo. Tanto nos quiere pacificar, normalizar y reconciliar a los españoles que decidió levantar un muro –la metáfora es suya– para evitar enfrentamientos entre los malos y los buenos por el método de aislar a los primeros y así impedir que contaminen con su intransigencia a los que viven en la normalizada paz del lado correcto. Y como la reconciliación constitucional le parece insuficiente ha ofrecido al autor del golpe separatista la bienvenida al bando del progreso. El detalle de que lo hiciera a cambio del apoyo a su reelección carece de relevancia para el ilustre leguleyo, impermeable asimismo a la patente ausencia de arrepentimiento. En su criterio, el contexto lo establecen los nombres, no los hechos.
Y en materia nominalista no cabe dudar de la abrumadora superioridad del sanchismo. A la mentira y el incumplimiento de promesas los llama el presidente cambios de opinión en su lenguaje alternativo; al cupo fiscal catalán, financiación singular; a la justicia, venganza; al relator, acompañante; al rearme, salto tecnológico; al toque de queda, restricción de movilidad, al fraude de los ERE, error administrativo. No son eufemismos, es una realidad paralela creada mediante artificios lingüísticos. A tal efecto existe en la Moncloa un departamento específico, un ‘Ministerio de la Verdad’ con decenas de asesores a su servicio. Lo asombroso es que todo un letrado de la UE haya picado, quizá por sintonía política, en ese garlito donde su colega de la Comisión no ha caído al pronunciarse en términos bien distintos. Porque hasta el más lego en derecho sabe distinguir entre la letra de la ley y su espíritu. Y no digamos entre el título y el contenido.