Daniel Reboredo-El Correo

Historiador y analista de política internacional

El México actual se encuentra en una situación sin precedentes, en la que no hay claridad ni en el futuro, ni en las estrategias de crecimiento económico o de organización del poder, ni en la participación de los ciudadanos en la vida política. Las respuestas del pasado hace tiempo que se agotaron, y el presente tropieza y se paraliza ante la creciente complejidad de problemas como la expansión del crimen organizado, el mantenido adocenamiento del desempeño de la economía y el imparable aumento de la fragilidad estatal. Los años transcurridos de este siglo han sido de violentos contrastes, pasando del entusiasmo de la globalización y del ocaso del régimen del Partido Revolucionario Institucional (PRI), a la frustración y desencanto de un bienestar que no llega y de una exigua democracia, pasando por la inestabilidad y la añoranza de las certezas del consenso autoritario priísta.

La victoria en las elecciones del domingo de Claudia Sheinbaum y su coalición Sigamos haciendo historia (Movimiento Regeneración Nacional -MORENA, Partido del Trabajo y Partido Verde) se esperaba sin sobresaltos a diferencia de lo acaecido en 2018, que sorprendió a propios y extraños, y tras la consolidación de 2021. Su rival, Xóchitl Gálvez y su Pacto por México (PAN, PRI y PRD), tenían pocas posibilidades y así se ha manifestado en los resultados. La ‘hija del 68’ gobernará México y custodiará el legado de un Andrés M. López Obrador que la nombró su sucesora y líder del movimiento de la Cuarta Transformación. Todo muy rimbombante, pero recordemos que los mexicanos han votado no sólo para elegir un nuevo presidente (en este caso presidenta), gobernadores, senadores y diputados federales y locales, sino para decidir entre el modelo de modernización neoliberal de los últimos gobiernos del PRI, y que López Obrador (AMLO) descartó al llegar al poder en 2018, o apostar por el objetivo moral de construir una sociedad de iguales como éste ha intentado y logrado en un cierto grado, ya que la pobreza y la desigualdad se han reducido. Los retos más importantes que Sheinbaum tiene que afrontar sin dilación son la fractura del orden constitucional y la creciente intromisión de la delincuencia en la vida pública del país, en su democracia y en su destino.