Puede que algunos no hayamos entendido el verdadero significado de la escena. Pero alguien vendrá a aclararnos que esto, ¡precisamente esto!, era lo que buscaban los partidarios de la legalización: que los terroristas comprendieran dónde está la verdad y, arrepentidos, corrieran a apoyar a una formación limpia y digna como es Bildu.
No es que un partido u otro, un líder u otro, se empeñen en traer a ETA a colación durante la campaña. Es al contrario, es que ETA y los suyos van a procurar estar hasta en la sopa de ahora en adelante.
Lo de ayer del terrorista de la foto de aquí al lado es una buena prueba: la familia le trajo el cartel confeccionado cuidadosamente a mano con la palabra ETA, que en euskara es la conjunción copulativa y y no sólo el acrónimo de la banda terrorista. De modo que ahí pone «Independencia, ETA, socialismo» o pone inocentemente «Independencia y socialismo». Ese método deductivo ya lo patentó Groucho Marx en Groucho y yo cuando dijo: «Nací por los alrededores del cambio de siglo. No voy a decir qué siglo. Cada uno puede hacer sus conjeturas». Pues aquí lo mismo, que cada quién decida cuál es el mensaje que lleva el cartelito de Errandonea.
Lo que es muy evidente es que a la puerta de la cárcel tenemos el cuadro completo. Tenemos, puño en alto, al terrorista que ha cumplido apenas 25 años de cárcel por ametrallar a varios camiones franceses -en protesta contra el Gobierno de París que negaba a los etarras el estatuto de refugiados- y por intentar asesinar a un taxista y a varios agentes de la Guardia Civil.
Tenemos pintado en colorines el nombre de la coalición Bildu, recién legalizada porque el Tribunal Constitucional se ha saltado a la torera el papel que la Constitución le asigna y se ha metido a hacer de Tribunal Super-Supremo, valorando por segunda vez los hechos que ya había dado por probados el auténtico Tribunal Supremo, el de verdad, el único que la Constitución señala como última y exclusiva instancia para interpretar la ley.
Y tenemos también las manitas metiendo en la urna la papeleta en favor de esa formación impecable que nada tiene que ver con Batasuna y mucho menos con la banda terrorista, TC dixit. Y no tiene nada que ver, entre otras razones, porque el documento en el que los «independientes» imponen a la agónica formación Eusko Alkartasuna las listas en las que los candidatos sueltos, sin relación demostrada con ninguna fuerza política, dominan en las planchas electorales es un documento que viene sin firmar.
Finalmente, y en este carajal donde las más altas instituciones del Estado saltan alegremente a pídola sobre el texto constitucional, tenemos al presidente del TC rasgándose la toga porque el estado llano se enciende ante el hecho probado, con perdón, que supone una foto así.
Como dice una colega de este periódico, puede que los demócratas de clase intelectual baja no hayamos entendido el verdadero significado de la escena. Pero alguien vendrá a aclararnos que esto, ¡precisamente esto!, era lo que los partidarios de la legalización estaban buscando: que los terroristas comprendieran dónde está la verdad y, arrepentidos, corrieran a apoyar a una formación limpia y digna de ser admitida en el club de la democracia como es Bildu, que ya el TC nos lo ha garantizado. Era esto, eureka, lo que los que de verdad se esfuerzan por la pacificación, estaban buscando. Claro que en ese caso, añadía mi colega, ese mismo alguien tendrá que explicarnos por qué el Gobierno ha pedido al Abogado General del Estado que estudie este asunto por si pudiera tener alguna repercusión legal. Y por qué el portavoz socialista ha expresado «su más absoluto rechazo» por la actitud del etarra.
Esto va a dar para mucho porque los terroristas y quienes les apoyan se van a encargar de reírse eternamente en nuestra cara. Bien apalancados, eso sí, tras el parapeto de una sentencia que no tiene vuelta atrás.
Victoria Prego, EL MUNDO, 11/5/2011