En el cóctel comunicacional se incluirá la mentira, la manipulación mediática o el hecho de convertir a los adversarios en enemigos
Sí, lo sabemos, en EE.UU. votan los americanos y estos han decidido convertir en presidente de la nación más poderosa del mundo a Donald Trump, ese espécimen que a muchos nos provoca espanto; y sabemos que tal cosa se habrá producido por algo, que habrá razones que lo expliquen aunque quizás no las entendamos y, en fin, que hay que respetarlo. Pero que lo respetemos porque sea fruto de las urnas no quiere decir que tengan que gustarnos ni el habitual debate político que se produce en EE.UU. ni el resultado que arrojen las elecciones. Qué te voy a decir desde Euskadi, donde, en las últimas elecciones autonómicas, Bildu a punto estuvo de convertirse en la fuerza política más votada. O en cuyo parlamento tiene más diputados Bildu que PSE y PP juntos, esos partidos donde militaron o militan quienes fueron algunas de las principales víctimas de ETA. Supongo que habrá alguna explicación para semejante escarnio.
Lo de animar antes y celebrar después la toma del Capitolio por una horda de extremistas antidemócratas debería invalidarlo para ser presidente. Claro, sí, los estadounidenses lo han votado
Así que a Trump lo han votado porque tiene ciertas características que lo hacen atractivo para millones de estadounidenses, o al menos, más atractivo que quien era su rival, Kamala Harris. O sea que lo han votado por ser como es, decir las cosas que dice y comportarse como se comporta. Y entre sus cualidades está el ser un tipo rudo, vanidoso e irrespetuoso con todo aquel que ose llevarle la contraria; tratar como poco con displicencia a las mujeres por el hecho de serlo; insultar a los inmigrantes, como si todos los inmigrantes fueran delincuentes confirmados o presuntos, y como si perseguir la inmigración ilegal tuviera que ser sinónimo de convertirlos en apestados y acusarlos de ser violadores o de comerse a las mascotas; mostrar tintes racistas y elitistas contra las minorías y desfavorecidos; y, en fin, ser un tipo grosero, zafio y maleducado en las formas pero también un peligro público, en el fondo, por algunas de sus propuestas. Lo de animar antes y celebrar después la toma del Capitolio por una horda de extremistas antidemócratas debería invalidarlo para ser presidente, pero es precisamente serlo lo que evitará que siga siendo juzgado y, por lo tanto, condenado por un hecho extraordinariamente grave, solo uno de los múltiples delitos de todo tipo por los que se le ha acusado, por muchos de los cuales ha sido condenado. Sin embargo, efectivamente, los americanos lo han elegido.
La cuestión es que populistas como Trump en EE.UU. u otros personajes a lo largo y ancho del globo llegan a las más altas responsabilidades políticas como consecuencia de que los partidos supuestamente serios son incapaces de resolver los problemas más graves que afectan a los ciudadanos, bien sea por ineptitud o por sectarismo, como hemos visto en España durante años y, más recientemente, con motivo de la DANA que ha asolado la costa mediterránea y provocado centenares de muertos. A estas horas, siguen los enfrentamientos entre los partidos, sin que de momento nadie haya dimitido. Quieren salvar su pellejo político después de no haber logrado salvar decenas de vidas, el principal de sus cometidos. Si echamos la vista atrás, Podemos alcanzó extraordinarios resultados electorales gracias al apoyo mediático que tuvo y a su propias habilidades comunicacionales que sirvieron para engañar masivamente a los ciudadanos, a pesar de su evidente hipocresía política y a su populismo, características de las cuales hoy casi nadie duda (y de las que Errejón se ha convertido en genuino representante, aunque no único). Además, Puigdemont impulsó un golpe de Estado para intentar lograr la independencia de Cataluña, y Pedro Sánchez, otro populista de libro pero con modales más finos, utiliza la mentira como forma de acción política, lo cual no le ha impedido a aquel seguir en política activa y a este permanecer en la Moncloa. Además, Yolanda Díaz es nada menos que vicepresidenta, ejemplo claro de meritocracia inversa. Hasta Alvise logró casi un millón de votos en España.
Los norteamericanos no se creen sus mentiras y Kamala Harris, con discursos habitualmente grandilocuentes pero vacuos, ha sido incapaz de presentar una propuesta política reconocible
Kamala ha cosechado un muy malo resultado electoral, consecuencia fundamentalmente de sí misma y de los errores del Partido Demócrata, que primero eligió y después sostuvo a Joe Biden como candidato, a pesar de sus evidentes limitaciones. Además, el Partido Demócrata ha sido incapaz de resolver los problemas esenciales de los ciudadanos, especialmente aquellos relacionados con la economía, la carestía de la vida y el empleo, esos que, por lo que se ve, preocupan a la mayoría. El Partido Demócrata sigue centrado en el wokismo, la supuesta defensa de las minorías (a las que trata como bloques monolíticos formados por individuos incapaces de pensar por sí mismos) y en la defensa de las mujeres (a las que trata como menores de edad todas ellas preocupadas por temas que en el fondo no les importan tanto), pero no cuela. Los americanos no se creen sus mentiras, y Harris, con discursos habitualmente grandilocuentes pero vacuos, ha sido incapaz de presentar una propuesta política reconocible. Y no tanto porque carezca de habilidades comunicativas sino porque no tiene otro proyecto que la publicidad y la propaganda. Que es característica generalizada en todos los espectros políticos pero especialmente en la izquierda reaccionaria, que además se ha hecho puritana, prohibicionista y censora.
Como suele ocurrir en todos los enfrentamientos, uno gana porque el otro pierde y, sin embargo, es difícil discernir si el resultado obedece a los méritos de unos o a los deméritos de los otros. A menudo es una suma de ambas posibilidades y ocurre que gana el menos malo… o el que engaña al pueblo de manera más sutil y sibilina. Sea como fuera, Trump ha sabido emplear sus virtudes y aprovecharse de los errores de sus adversarios. Ha ganado legítimamente y me parece espeluznante, ambas cosas al mismo tiempo.
La democracia es el único sistema legítimo a pesar de las amenazas que la afectan precisamente a causa de la base que la sostiene: es el pueblo quien elige a sus representantes, razón por la cual estos utilizan todos los medios a su alcance para lograr los votos que les permitan llegar al poder y mantenerse después en él. Así, este se ha convertido en su principal objetivo y, en lugar de resolver cuestiones esenciales (como acometer las obras hidráulicas que impidan tragedias humanas), todo lo que hagan tendrá este objetivo, orillando lo realmente importante. Hay excepciones a la regla y grados de mala política, pero, en general, se centrarán en aquello que electoralmente les rente, y en el cóctel comunicacional se incluirá la mentira, la manipulación mediática o el hecho de convertir a los adversarios en enemigos. Todo eso es la antipolítica, tanto en EE.UU. como en el resto del mundo.