Los secuestradores de Alicia, Albert y Roque pueden ampararse tanto como quieran en supuestas luchas políticas o religiosas, pero lo que sabemos de su forma de ser y de actuar demuestra claramente que simplemente se mueven por motivos económicos. Cualquier paralelismo, por lo tanto, con otros grupos de claro componente político y con otros secuestros con clara vocación de pulso al Estado democrático no tiene sentido en este caso.
Albert Vilalta y Roque Pascual ya están en casa. Esta madrugada han puesto fin al viaje más largo y a la peor experiencia de su vida. El trayecto que empezaron ilusionados el pasado 22 de noviembre junto a Alicia Gámez y al resto de los voluntarios de Barcelona Acció Solidària les ha llevado a un periplo por Mauritania, Malí, Argelia y Níger durante los nueve meses que han pasado en manos de un grupo de bandidos que se hace llamar Al Qaeda del Magreb Islámico. La felicidad ya es completa para ellos, para Alicia y para sus respectivas familias.
El regreso con vida de los tres cooperantes es el triunfo de la discreción. En primer lugar, de sus familias, que durante este calvario en ningún momento han querido convertirse en estrellas de un circo mediático para presionar a las autoridades españolas sino que han mostrado su apoyo a los secuestrados por vías menos espectaculares pero que han resultado ser más eficaces. En segundo lugar, del Gobierno español, que ha sabido combinar las gestiones diplomáticas con las presiones a los países implicados y con las aproximaciones necesariamente secretas a los secuestradores. Algunos carroñeros mediáticos quieren organizar ahora una crisis para empañar un éxito más que evidente. Y lo hacen utilizando dos técnicas tan antiguas como mezquinas: la insidia y la hipocresía. Hacer circular todo tipo de especulaciones sobre los hipotéticos términos del supuesto acuerdo entre España y los bandidos magrebís es jugar con las cartas marcadas. Ni el Gobierno podrá jamás revelar con detalles las acciones realizadas ni los maleantes tienen ningún motivo para no mentir en este caso. Los secuestradores de Alicia, Albert y Roque pueden ampararse tanto como quieran en supuestas luchas políticas o religiosas, pero lo que sabemos de su forma de ser y de actuar demuestra claramente que simplemente se mueven por motivos económicos. Cualquier paralelismo, por lo tanto, con otros grupos de claro componente político y con otros secuestros con clara vocación de pulso al Estado democrático no tiene sentido en este caso. Solo se puede auspiciar desde la hipocresía política de pensar que todo vale para derrocar a un Gobierno al que se da por muerto antes de pasar por las urnas.
Editorial en EL PERIÓDICO DE CATALUÑA, 24/8/2010