Miquel Giménez-Vozpópuli

Los integrantes de esta asociación les habrá causado mayor satisfacción este triunfo electoral que la justa sentencia contra los matones de la estelada

La asociación de estudiantes constitucionalistas S’ha Acabat ha resultado ser la segunda candidatura más votada en las elecciones en la Facultad de Derecho, y nada menos que en la niña de los ojos del nacional separatismo, la Pompeu Fabra. Era la primera vez que se presentaban, lo que tiene mayor mérito, añadiendo que su rival era la FNEC, sindicato separatista de fuerte arraigo en los centros catalanes. Es un éxito en toda regla que augura que, por fin, en nuestras aulas se hablará de conocimiento y no de onanismos ideológicos que solo llevan a la ruina social. Debemos añadir que lo que han conseguido este puñado de chicos y chicas tiene el mérito de ser una hazaña, incluyendo el riesgo físico. Porque, aunque ustedes no lo vean en los informativos, en mi tierra continúa la intimidación, el matonismo, la pena de muerte civil, el ostracismo al disidente y la exclusión de todo lo que no comulgue con la estelada. Incluso se malmira a los sociatas, ya ven, tanta amnistía, tanto seguidismo, tanta claudicación y ni así logran los de Illa que los acepten.

En un marco de ideología supremacista, totalitaria y racista, lo de S’ha Acabat es algo más que un acto de afirmación política. Es la más pura y noble encarnación de una juventud que se siente convocada a defender los valores que nos hacen a los españoles libres e iguales. Conozco a esos soldados de primera línea del frente cultural. Son como cualquier otro joven, pero con un plus: saberse responsables de su futuro. El triunfo de hoy no ha sido ni casual, ni gratuito, ni mérito de los políticos. Es suyo y solo suyo. Pertenecer a esta asociación ha comportado que en las clases tanto alumnos y profesores  -tanto por ideología separatista como por cobardía- los hayan tratado como a leprosos; ha supuesto agresiones físicas, sí, físicas, destrozos en sus carpas, una campaña feroz e implacable bajo el epígrafe “Fuera fascistas de la universidad” y el que se les haya negado espacios públicos para dar conferencias, organizar debates o llevar invitados.

En un momento en que la fragilidad del golpismo catalán y sanchista está siendo más grande que nunca, recibir esta noticia nos deben llevar a redoblar esfuerzos para recuperar una vida política y social sana, dentro de la ley, con la dialéctica normal entre diferentes opciones sin violencia ni intimidaciones

En un clima hostal para todo lo que sea defender la Constitución, España, la democracia y el librepensamiento, que hayan conseguido entrar en el Claustro de la UPF por la Facultad de Derecho es más que el justo premio a su esfuerzo; es un símbolo de esperanza, un ejemplo que demuestra que resistir no es inútil, que cuando la gente sabe organizarse se puede vencer al frente popular 2.0, que la valentía y la juventud no están irremisiblemente disociadas. En un momento en que la fragilidad del golpismo catalán y sanchista está siendo más grande que nunca, recibir esta noticia nos deben llevar a redoblar esfuerzos para recuperar una vida política y social sana, dentro de la ley, con la dialéctica normal entre diferentes opciones sin violencia ni intimidaciones.

Este pasado diciembre nos enterábamos que el Juzgado de lo Penal de Barcelona había condenado a cuatro separatas que habían agredido a miembros de S’ha Acabat, echándolos de esa misma universidad Pompeu Fabra, frasco de las esencias del separatismo, imponiéndoles multas de 2.160 euros por coacciones con el agravante de discriminación por motivos ideológicos. Estoy seguro que a los integrantes de esta asociación constitucionalista les habrá causado mayor satisfacción este triunfo electoral que la justa sentencia contra los matones de la estelada. Porque, a diferencia de ellos, en S’ha Acabat quieren convencer. Esa es su fuerza, ese es el combate que se libra ahora en el que la vanguardia está ocupada por esa maravillosa gente que sabe lo que se disputa: la libertad.