TONIA ETXARRI-EL CORREO

Las negociaciones para convalidar la reforma laboral de Pedro Sánchez en el Congreso se apurarán hasta el último minuto porque sus socios de legislatura, conscientes de que los cambios poco tienen que ver con la derogación prometida, están intentando introducir enmiendas imposibles que podrían trastocar el acuerdo del Gobierno con la patronal y los sindicatos. Si eso ocurriera, peligraría la permanencia de la CEOE en el pacto. Una condición que ya expusieron en público por si el presidente se viera tentado de dar la vuelta a sus compromisos para hacer lo contrario de lo que dijo. Lo cierto es que Sánchez no las tiene todas consigo. La irrupción de Ciudadanos ofreciendo su apoyo para evitar males mayores ha alterado el tablero por unas horas pero La Moncloa tiene sus prioridades muy definidas. No por casualidad el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, envió un recado a los aliados secesionistas y nacionalistas diciendo que «votar en contra de la reforma laboral es votar a favor de la reforma de 2012 impuesta, unilateral y desequilibrada». El caso es que sus socios se lo están pensando. A la decepción de ERC y EH Bildu (¿en qué ha quedado esa reforma laboral de Rajoy a la que no le iban a quedar «ni los palos del sombrajo», según el podemita Echenique?), se le ha unido el ‘coup de force’ del PNV que quiere romper la unidad del mercado laboral exigiendo la prevalencia de los convenios autonómicos sobre los estatales y enfrentándose, curiosamente, a la patronal vasca para hacer valer su influencia como interlocutor.

El caso es que, hoy por hoy, ERC está lejos de poner la alfombra a la reforma laboral. Eso dice. Bildu, tan marcada de cerca por los sindicatos abertzales ELA y LAB, no va a salirse del guion de la exigencia de la derogación. Tal como había prometido la vicepresidenta Yolanda Díaz antes de que se diera cuenta de que no podía tumbar la reforma de los ERTE y se quedara atrapada en la maraña lingüística de que la derogación era «política pero no técnica».

Los socios quieren escenificar su desconfianza y La Moncloa espera que no llegue la sangre al río. Tendrán que hacer equilibrios en el alambre. Si tocan una coma del texto del acuerdo, la patronal se va y Bruselas dejaría de aplaudir la reforma. Existe una posibilidad de que todos escenifiquen sus posturas sin romper la baraja. Los socios que quieren cambios profundos y no cosméticos podrían recurrir a la abstención crítica. Como la validación requiere más votos de síes que de noes, saldría adelante el decreto ley. Sánchez con su nueva medalla y los socios habrán dicho lo suyo. Es el truco de la abstención. Que al no votar que no, en realidad están dando un sí. Cambiar todo para que nada cambie. El viejo juego lampedusiano aplicado en tantas ocasiones en la política. Se trata de hacer ruido para conservar la misma influencia.