ETA le dará el apoyo al lehendakari en el Parlamento vasco. La vuelta a un Pacto de Lizarra será la moneda de cambio de la nueva etapa. A Egibar no le importaría volver a repetir la experiencia. ETA seguirá queriendo controlar nuestro destino mientras tenga en un puño a los nacionalistas, dispuestos a admitir que los terroristas tienen su parte de razón.
De la semana de gloria que ha protagonizado Ibarretxe, con la presentación de su consulta y con el pulso que quiere mantener con el presidente Zapatero, en su desafío por reivindicar que Euskadi corte su «cordón umbilical» con el resto de España, queda el nombre de un jelkide. Un nacionalista que se ha pasado la vida esperando su momento (que los ha tenido en más de una ocasión) para beneficiarse de los ciclos por los que atraviesa el PNV: Joseba Egibar. Es su turno, de nuevo.
Porque ha vuelto a triunfar en el momento en que las tesis más radicales y de alianzas con el entorno de ETA vuelven a cobrar prioridad, aunque estén maquilladas de mensajes ambiguos y de consignas democráticas como señuelos para que la ciudadanía, al final, harta ya de tanta insistencia, termine por acuñar la pregunta talismán del lehendakari «¿Qué hay de malo en ello?» Ibarretxe, con su puesta en escena, además de decepcionar a unos pocos que todavía le creían capaz de condenar el terrorismo de ETA en su consulta, ha dejado al presidente de su partido, Iñigo Urkullu, a los pies de los caballos, después de que éste hubiera dicho que la consulta iba a incluir un rechazo a ETA porque el PNV no se podía permitir, en este aspecto, ser ambiguo.
Pero no fue así. Hubo ambigüedad calculada. Para delimitar bien el campo de actuación conjunta de los nacionalistas y volver a dejar fuera de esa congregación a las fuerzas constitucionalistas. Tal como le gusta a Egibar. Tal como defendió esa misma línea de actuación cuando se firmó el fracasado Pacto de Lizarra a finales de 1997. Por eso ahora, con la apuesta de Ibarretxe, vuelve Egibar por sus fueros. Cuando la maquinaria del Estado se enfrenta a los tentáculos de ETA, siempre vuelve Egibar para apostar por la concentración de fuerzas nacionalistas.
Ahora, hablando en plural mayestático cuando se refiere a la fórmula elegida por el lehendakari, con la tranquilidad que le da la lejanía de su máximo adversario, el derrotado Josu Jon Imaz, y con la reafirmación de que sus tesis sobre las alianzas con los nacionalistas, con la excepción de la desorientada Ezker Batua de Madrazo, son las que se están imponiendo en el Parlamento vasco. Lejos de preocuparle que la iniciativa de Ibarretxe obtenga un aprobado raspado en la Cámara de Vitoria gracias al entorno de ETA (EHAK), se ratifica en su objetivo de reforzar la unidad nacionalista. Y si para ello se necesita contar con los votos de las ‘nekanes’, no será Egibar quien ponga reparo alguno; todo lo contrario.
Nos esperan semanas tensas e intensas. Ibarretxe dice que se irá a su casa si fracasa su apuesta. Pero hasta la fecha del 25 de octubre, cuando los ciudadanos vascos tengan una cita con las urnas -si no es para la consulta ilegal, para las elecciones anticipadas-, ocurrirán muchas cosas. Y se tensarán mucho más las relaciones políticas. ETA ya ha empezado a hacer su parte. Cualquier observador experimentado se puede percatar de su papel en este capítulo «histórico».
Con el último comunicado, que no aportaba otra novedad que su propia inercia de arrogarse el papel de guardián de las esencias nacionalistas, viene avisando. Sus exigencias siguen hablando de un Estado vasco, la misma ensoñación de Ibarretxe aunque explicada, unas veces, con expresiones edulcoradas como una relación «amable» entre Euskadi y España (situada Euskadi al mismo nivel de nación que España) y otras, directamente confrontadas (Euskadi no es España). Seguirán los atentados, que le da un ingrediente de máxima dramatización para que la consulta de Ibarretxe se vea, para algunos, como la solución, y le dará el apoyo al lehendakari en el Parlamento vasco, a través de su representación institucional.
Pero como nada es desinteresado, la vuelta a un Pacto de Lizarra (segunda parte) será la moneda de cambio de esta nueva etapa. El propio ex líder de LAB, Rafa Díez Usabiaga, acaba de poner sobre el escaparate la necesidad de recuperar el pacto de Lizarra para volver a llegar a negociar con el PNV. Silenciadas, de nuevo, las voces críticas al lehendakari -¿qué dice ahora el diputado general de Vizcaya, José Luis Bilbao?- Ibarretxe sigue en su empeño. «El PNV ha aprendido de Lizarra», decía un Urkullu conciliador, en una conferencia en Madrid, hace tan sólo mes y medio. Se le entendió, entonces, que su partido no iba a correr el riesgo de apostar por un pacto de exclusión como el que fue el de Estella.
Pero su compañero Egibar piensa lo contrario: aprendió tanto de Lizarra que no le importaría nada volver a repetir la experiencia. Los tentáculos institucionales de la banda así lo esperan. Y ETA seguirá queriendo controlar el destino político de Euskadi mientras tenga en un puño a los nacionalistas que nos gobiernan, dispuestos a admitir que los terroristas tienen su parte de razón.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 2/6/2008