IGNACIO CAMACHO – ABC – 12/06/16
· Socialdemocracia de atrezzo, patriotismo de Ikea. Política desmontable según el manual de instrucciones del caudillaje.
Un significante en discusión. Así respondió el oráculo cuando le preguntaron por Dios en una entrevista. En tiempos de Aznar, Felipe le llamaba a eso solemnizar lo obvio: una perífrasis no menos solemne para definir la pedantería. Si te preguntan si crees en Dios puedes decir que sí, que no, que no estás seguro o que la fe es un asunto privado; pero Pablo Iglesias se siente en la obligación de decir algo interesante y como no se le ocurre opta por un engolado circunloquio de apariencia oscura y sin embargo simple y antiguo como una cuerda de esparto. Contestar que el concepto de Dios resulta objeto de debate equivale a descubrir con mucha prosopopeya el Mediterráneo.
En ese proceso adánico de autorrevelación con que Podemos pretende refundar el Estado, el discurso populista acaba de asumir la idea de patria en su reinvención del lenguaje. Como se trata de una noción polémica para la izquierda, en cuya sensibilidad convencional suena a rancio, parece necesario improvisar una definición situacionista que adapte ese «significante en discusión» –o discutido y discutible, que decía Zapatero refiriéndose al país que gobernaba– al marco políticamente correcto de la emotividad primordial que sustenta la propuesta caudillista.
La patria es la gente, reza su flamante consigna importada de la retórica bolivariana. Chávez con su uniforme de camuflaje pasado por Ernesto Laclau. De la socialdemocracia de atrezzo al patriotismo de Ikea. Diccionario de Humpty Dumpty: las palabras significan lo que yo quiero que signifiquen. En cada momento, además. Y en cada sitio también. Porque ayer, en Barcelona, el concepto había desaparecido oportunamente de la arenga de propaganda. En su lugar afloraban voces mejor adaptadas a las tendencias del sentimentalismo local: «el pueblo» y «la nación catalana». Y promesas de referendos de autodeterminación para delimitar a gusto del consumidor los ambiguos contornos de esa emoción llamada patria.
Es la ventaja del estado de gracia. De la amnesia colectiva con que una cuarta parte del electorado indulta cualquier clase de contradicción, por desfachatada que sea, ante su propio ímpetu de revancha. La patria es esa España cuyo nombre no podía Iglesias pronunciar en voz alta. Hay vídeos. 2013: «Yo no puedo decir la palabra España, no puedo usar la bandera rojigualda». Política desmontable: un modelo deconstruido con la voluntad del jefe –caudillo– como manual de instrucciones para armar en casa.
En su biografía del doctor Samuel Johnson, James Boswell aclara el sentido de una de los aforismos más citados del sabio inglés. Se refería, dice, «a ese falso patriotismo que tantos, en toda época y lugar, han exhibido en defensa de sus propios intereses». La durísima frase, escrita dos siglos y medio antes de que apareciese Podemos, sentencia que el patriotismo es el último refugio de los canallas.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 12/06/16