- La muerte de Nicolás Redondo Urbieta supone el fin de una izquierda vasca que consideraba más importante la soberanía nacional que la identidad de su patria chica.
Con el fallecimiento a los 95 años de Nicolás Redondo Urbieta se cierra un capítulo de las izquierdas en el País Vasco y en España. Capítulo que se remonta a la fundación del PSOE vasco en 1886 de la mano de Facundo Perezagua.
El PSOE vasco (como federación del PSOE nacional fundado en 1879 por Pablo Iglesias Posse) fue el primero de los partidos actuales en ser fundado en tierra vasca. Por delante del propio PNV, que no tomó carta de naturaleza hasta 1895.
En su faceta de sindicalista, Redondo Urbieta ejerció el liderazgo en la UGT desde los años 70 hasta 1994, coincidiendo con Felipe González en el poder. Un González al que Redondo, desde 1988, hizo oposición hasta el final de su mandato.
La Unión General de Trabajadores, fundada en 1888 en Mataró, también tuvo un poder incuestionable en el País Vasco desde sus inicios. Mucho antes, de hecho, de la aparición del primer sindicato propiamente vasco, nacido del seno del PNV, que fue la actual ELA. Fundada en 1911, la ELA es el sindicato hoy el dominante en el ámbito vasco, junto con el LAB, también nacionalista.
Los sindicatos ELA y LAB son una rareza en el ámbito sindical español. En ninguna otra parte, ni siquiera en Cataluña, han surgido sindicatos de corte nacionalista, compitiendo y superando tanto a los de ámbito nacional (UGT y CC. OO.) como a los otros sindicatos del País Vasco.
Como nos recuerdan las semblanzas ahora publicadas del líder sindical recién fallecido, Redondo Urbieta estuvo cerca de la secretaria general del PSOE en 1974, durante el legendario Congreso de Suresnes, donde dejó expedito el camino del triunfo al clan sevillano de Felipe González y Alfonso Guerra, quedándose él con el control de UGT.
La dimensión histórica de Redondo, tanto desde un punto de vista sindical como político (fue diputado socialista por Vizcaya en cuatro legislaturas, la constituyente de 1977 y las de 1979, 1982 y 1986) permiten colocarlo a la altura de otros personajes históricos vascos como Indalecio Prieto o Dolores Ibárruri Pasionaria.
«Nicolás Redondo vio impotente cómo el nacionalismo vasco se hacía con el poder político y sindical de manera absoluta desde el inicio de la Transición»
En los tres casos se trata de personalidades españolas relevantes, forjadas en tierra vasca, que vieron cómo el nacionalismo y el sindicalismo vascos, aun apareciendo más tarde, acabaron ejerciendo mayor poder e influencia social en el País Vasco que el que ellos podían haber representado, dada su primogenitura política.
El dato de que los tres hayan fallecido fuera de sus lugares de nacimiento es significativo. Indalecio Prieto, en el exilio de México, aunque ya vivía en Madrid la última etapa política de su vida. Pasionaria y Redondo Urbieta, también en Madrid.
El hecho que certifica esta realidad de sus vidas políticas es que la margen izquierda vizcaína, junto con Bilbao (Prieto salió siempre elegido diputado por la capital vizcaína), son hoy en día bastiones del nacionalismo vasco. Significativamente, la margen izquierda, zona industrial por antonomasia del País Vasco, donde Redondo Urbieta ejerció el sindicalismo durante 30 años en el astillero La Naval de Sestao, es hoy patrimonio casi exclusivo del nacionalismo vasco.
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Sólo queda Portugalete como islote de referencia. Allí, el PSE-PSOE ostenta la alcaldía, aunque veremos si la mantiene tras las próximas elecciones municipales. Pero es que antes controlaba también los grandes municipios de Baracaldo, Sestao y Santurce. Hoy están todos ellos en manos del nacionalismo vasco, sin perspectivas de vuelta atrás.
En resumen, muy influyentes en el ámbito nacional, pero apenas significativos en sus ámbitos nativos. En el caso de Indalecio Prieto, con el agravante de haber dejado en manos del PNV el primer Gobierno vasco, al que le concedió el Estatuto en octubre de 1936.
Lo hizo en la persona de José Antonio Aguirre, votado en unas Cortes españolas en las que la derecha estaba desaparecida, por efecto del golpe de Estado. Allí, la Pasionaria no desaprovechó la ocasión para gritar «¡viva Rusia!» ante el único representante diplomático allí presente, el embajador de la Unión Soviética.
En el caso de Redondo Urbieta, este vio impotente cómo el nacionalismo vasco se hacía con el poder político y sindical de manera absoluta desde el inicio de la Transición en Bilbao y Vizcaya, y luego en el resto del País Vasco.
«La patria española ha quedado como un referente cada vez más lejano, cuando no declaradamente hostil, para la izquierda vasca»
Que la labor de unos personajes tan significativos en la izquierda española corriera en paralelo al surgimiento del nacionalismo y la toma de control por parte de este de su patria chica sugiere que algo no debieron hacer bien. Probablemente, centrarse en el obrerismo como condición absoluta de la persona. Como si las doce horas de trabajo de entonces, o las ocho de ahora, fueran todo lo relevante.
Mientras tanto, a su alrededor, otro punto de vista, el nacionalista, se centraba en el mundo simbólico. En la tradición cultural. En resaltar lo que les podía diferenciar del resto de España, como seña principal de su identidad política.
Los tres se consideraban españoles y dieron pruebas más que sobradas de esa condición. Pero parecía que la daban por supuesta. Que no había que hacer causa política o sindical de ella, imbuidos como estaban de internacionalismo proletario.
Mientras tanto, el nacionalismo vasco hacía una lectura casi exclusiva desde ese punto de vista. Y acabó ganando la partida ante sus propios ojos.
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Algo muy profundo se quebró con Prieto, con la Pasionaria y con Redondo Urbieta en la izquierda vasca y española.
Y la siguiente generación, que es la de Nicolás Redondo Terreros y Patxi López (este último hijo de Lalo López Albisu, compañero de La Naval, conmilitón y amigo íntimo de Redondo Urbieta), no lo supo recomponer. Ni siquiera habiendo tenido la oportunidad, como la tuvo Patxi López, de haber dado un giro a su paso por el Gobierno vasco, cuando fue lehendakari entre 2009 y 2012.
López se preocupó más de parecer vasco al estilo nacionalista (lo de ponerse Patxi de modo casi oficial fue su carta de presentación) que de reivindicar sus raíces de izquierda española y vasca a la vez.
En cuanto a Redondo Terreros, hijo del ahora fallecido, y que seguro que guarda como un tesoro la memoria sindical, política y humana) de su padre, ya no tiene capacidad de influencia en su partido. De hecho, han estado a punto de echarle del PSOE.
El resultado es que mientras la reivindicación de la patria vasca se ha convertido en un punto de unión de nacionalismo e izquierda en Euskadi (hasta el punto de que cada vez aparece como más factible una alianza política entre PSE, EH Bildu y Podemos), la patria española ha quedado como un referente cada vez más lejano, cuando no declaradamente hostil, para esa misma izquierda vasca.
No hay político de izquierda vasca, de cualquier partido, que no priorice hoy lo vasco sobre lo español. Y hasta sobre su propia condición de trabajador y de izquierdas. Desde Eneko Andueza, actual líder del PSE, pasando por Oskar Matute, líder de Alternatiba (salido del comunismo vasco) y encajado en EH Bildu, hasta los líderes y militantes de Elkarrekin Podemos, la rama vasca de Unidas Podemos.
Estos últimos celebran incluso el Aberri Eguna o día de la patria vasca nacionalista. Pero ni por asomo se les ocurriría celebrar el día de la patria española en suelo vasco.
Hoy, para todos ellos, ser vasco es más ‘de izquierdas’ que ser español.
*** Pedro Chacón es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU.