Dos veces aparece mencionado Sánchez en el dossier de la UCO. La banda de Ábalos y el oro de Delcy cercan al presidente. El desconcierto se apodera de un sanchismo en descomposición
El ‘Uno’ es Pedro. La ‘jefa’ es Begoña. Así la bautizó Feijóo esta semana en el Congreso cuando el presidente se burlaba de la pifia pepera de las excarcelaciones. «La jefa no le deja, la jefa no le deja», canturreaba niñeando en alusión a Ayuso. A lo que el gallego le espetó: «Para jefa, la que tiene usted en la Moncloa, aunque he visto que la han echado del trabajo». Pum. Vista la viñeta de El Roto este viernes en El País, algunos ya le llaman ‘doña Gánster». Algo pasa con Prisa. Primero acusan en titulares a Pilar Alegría de ‘tergiversar’ el auto de un juez y ahora su editorialista principal, gran dibujante, parece aludir a la doña del máster de captación de fondos con la imagen de un matón con sombrero y pistola. O le montan pronto la tele o la empresa mediática del régimen abundará en coces y puñadas. Menudo es Contreras.
Hidalgo y Aldama, esa pareja
Junto al caudillo y la imputada están los lugartenientes de la banda. Ábalos es el Jefe, un compadrito golferas y braguetón, a dos pasos de postrarse ante el Supremo. A su vera se divisa a K, o sea, Koldo García, el gorila devenido en el broker experto en mascarillas, del Jefe, apañador de trapicheos, consumador de patrañas, los bolsillos rebosantes de a quinientos y el móvil presto para intentar coimas. No cabe olvidar al ‘nexo corruptor’, en términos de la UCO (hasta hace dos días tótem referencial de Moncloa y ahora detestada), el muñidor de todos los negocios, Víctor de Aldama, ‘el Gomina’, inaudito personaje capaz de redondear estafas hipermillonarias con hidrocarburos, apañarle un chaletazo a Ábalos en Sotogrande, montarle un garito con pinta de empresa a la esposa del Uno, mercadear con lingotes de oro (‘amarillo’ lo llama) entre Caracas y Moscú, o perfilar el rescate de una compañía aérea que se iba a pique junto a su compadre Hidalgo, ese Sandokán de bolsillo al que tan sólo le llaman Javi. El dueño de Air Europa consiguió mil millones para tapar su agujero con alas pero no le alcanza para lograr un apodo como la gente. Ahora parece tan sólo un pillastre a la espera de sanción.
Todo reparto que se precie ofrece unos cuantos personajes secundarios. Los de esta cuadrilla están bien pringados. Leonardo Marcos, director general de la Guardia Civil, cesado repentinamente hace apenas un mes tras saberse que le dio el queo a K. de que les estaban investigando. Delató a sus propios hombres. Vendió a su propia gente. Es lo más parecido a un traidor que se encuentra en el mercado de la infamia. Como pago a sus servicios, Marlaska lo remitió a la embajada de Washington. Un visto y no visto. Algo sabía el ministro, algo por lo que también tendrá que rendir cuentas ante un juez verdadero (él lo es de pacotilla, una toga mancillada). De momento, comparecencia ante el pleno del Senado junto a su triste palanganero, algo tan útil como una bendición de este Papa con la que está cayendo.
Ministros y gerifaltes muy salpicados
Francina Armengol, tercera autoridad del Estado, inconcebible titular del Congreso. Habla como viste y se peina como piensa. «Vale, cariño, te tengo informada de todo», le decía K, a quien dijo apenas conocer en su testimonio ante la comisión de la Cámara Alta. Lo suyo es que este lunes ya no ocupara su despacho ni el altísimo sillón de ese depauperado Hemiciclo. Ángel Víctor Torres, ministro de algo pero apenas se sabe de qué. Es el payaso de las bofetadas. Le han encargado de las cunetas de la memoria, de los inmigrantes de su homóloga Elma Saiz (tan alta y no existe), de los menas de su homóloga Sira Rego (tan pequeñita y tampoco existe), de trolearle el cuponazo catalán a los baroncillos autonómicos y, ahora, de hacer frente a lo que le venga desde los tribunales por sus trapicheos durante la pandemia.
Caso especial de este bestiario es el de Rubén Villanueva, comandante de la Guardia Civil (¿pero qué pasa en el cuerpo?), presuntamente encargado de proveer a Aldama de teléfonos protegidos («cafeteras») y de detectar micros en los lujosos automóviles que acercaba hasta dependencias oficiales. «No me fío ni un pelo del Gomina, no es trigo limpio», le decía a un colega sobre el conseguidor de la panda. No se fiaba pero cobró 82.000 euros en dos años. Descubierto el enjuague, Marlaska lo remitió a la embajada en Caracas (¿qué pasa con Marlaska, siempre esparciendo indeseables por esos mundos de Dios?, ¿y qué con Venezuela, que aparece siempre en la jugada?).
Actores inesperados y alguna sorpresa
Roneaban por la mugre pero apenas aparecían en los papeles. Como Nadia Calviño, viceuno del Ejecutivo antes de salir por piernas rumbo al Banco Europeo de Inversiones. El informe de la UCO la sitúa en las reuniones sospechosas -y delatoras- del 16 de julio de 2020, la jornada clave de todo el affaire, el día D del gran chanchullo. Ábalos, impelido por el tándem Aldama/Hidalgo, presionaba ante el Uno para acelerar el salvavidas de Air Europa. Rosario de reuniones en apenas diez horas. A saber:
-Sánchez con Calviño y Ábalos.
-Aldama e Hidalgo, con Ábalos.
-Hidalgo (en Globalia y en secreto) con Begoña Gómez.
-A las 21,00 hrs, ya colmado el día, Aldama informa a Koldo: «Le acaba de poner un mensaje el Jefe (Ábalos) a Javi (Hidalgo), que la ministra (Calviño) le ha dicho que la semana que viene está. Ya está más tranquilo. Parece que todo ha servido». ¿Entra en ese ‘todo’ las posibles gestiones de la Jefa ( o Gángster, según se quiera) a quien el intrépido empresario de los cielos le montó esa Wuakalúa como tapadera?
Dentro de la categoría de los caciquillos autonómicos aparece también Concha Andreu, presidenta de la Rioja durante la pandemia y también con relaciones quizás non sanctas con la Koldotrama. Incluso aparece Salvador Illa, en el informe señalado como M. de Sanidad, comensal en una de las cenas de agasajo -luego cancelada- a la vicepresidenta de la narcodictadura caribeña, en su neblinoso paso por Madrid.
El problema de la implacable resma acusadora de la UCO es que aparece Sánchez, el Uno, hasta ahora inédito en todas las pesquisas sobre Koldo, Ábalos y el impenitente conseguidor
«Cero preocupación», balbucean en Moncloa como argumento de defensa. Lo mismo dijo Bolaños cuando Bruselas puso peros a la ley de Amnistía. Ahora ha salido corriendo de los periodistas. Quizás no haya preocupación pero hay pánico. Sánchez, recién salido de su audiencia con Bergoglio, puso la directa en la estrategia a seguir. «Actuamos con contundencia, con determinación y con convicción, desde el primer momento». La corrupción empieza y termina en Ábalos. Reconoce que mintió con lo de Delcy, «fue una visita privada». La ministra portavoz dice que fue «una parada técnica». ¿En qué quedamos? Menudo quilombo.
Hay cábalas sobre lo que vendrá, acertijos sobre hasta dónde llegará la investigación, quinielas sobre nuevas acusaciones y nuevos sospechoso. El problema para el Uno es que ahora aparece dos veces en la implacable resma acusatoria que la UCO ha plantificado ante el juez Moreno. Ya tuvo que comparecer como testigo tras la declaración de Barrabés. Mudito. Ahora su nombre figura, en forma muy comprometida tanto en la visita de Delcy como con los aviones renqueantes de Hidalgo.
Aldama está entre rejas. Ábalos pide declarar como testigo antes de que lo convoque el Supremo como imputado. Las pruebas se acumulan, la investigación sigue su curso, la Justicia no se detiene, en el partido crujen los premolares, en Moncloa tiemblan las canillas y en el sanchismo se palpa un indisimulable estado de descomposición, ese tufo que precede al hundimiento. ¿Fin de Legislatura? ¿Elecciones anticipadas? ¿Sánchez procesado, junto a su esposa y demás petimetres de la banda? A qué elucubrar sobre una historia cuyo final ya está contado.