EL VALLE

DAVID GISTAU-ABC

¿La socialdemocracia española tiene como única propuesta derrocar a Franco?

HACE tiempo, los lectores de literatura artúrica pasamos un rato estupendo con la visita al Valle de los Caídos de un Gabriel Rufián pasado por Chrétien de Troyes –o Crétin de Troyes, en este caso–. Fue una pieza memorable, digna de ser leída junto al fuego del hogar durante generaciones: el joven paladín que se aventura en una montaña boscosa e incierta, llena de elfos con camisas de Falange, para desafiar en su misma guarida al Dragón –«¡La Bestia!», decía Rufián– y, después de traspasarlo con su espada, anunciar a las bucólicas aldeas cautivas que por fin fueron emancipadas y les fue dada la democracia. Por Rufián. También me recordó la novela posartúrica de Ishiguro, «El gigante enterrado», donde un buscador de fama en un tiempo en que de Camelot no queda ni el recuerdo encuentra por fin al dragón, pero tan viejo, tan cansado, tan extinguido casi, que más que matarlo en peligroso duelo hay que aplicarle una compasiva eutanasia.

Los buscadores de dragones han regresado al Valle de los Caídos. Esta vez se ha tratado de una comitiva de diputados excursionistas del PSOE que al menos, a diferencia de Rufián, se han comportado como adultos. Es cosa sabida que la socialdemocracia se está buscando un sentido después de la quiebra del concepto europeo de bienestar que manejó en monopolio desde 1945 y del resurgimiento de las izquierdas redentoras que hicieron una mudanza de lo residual a lo vertebral. Más que un dragón con el cual medirse, lo que necesita la socialdemocracia es encontrarse una utilidad social no revolucionaria y refrescarse el pedigrí de personaje fundador del ciclo que anhelan destruir aquellos que fueron al mismo tiempo invasores de su espacio y únicos socios potenciales para romper una hegemonía popular que al final el mismo Rajoy se ha encargado de destruir él solito. Por Rufián ya no se puede hacer nada salvo mantenerlo institucionalizado con una paga pública para que no se caiga de una moto repartiendo pizzas. Pero, ¿qué hace la socialdemocracia contemporánea española buscándose un sentido y un argumento en el Valle de los Caídos?

Supongo que en parte existe una competición con Podemos por arrogarse el prestigio combativo del antifranquismo, incluso del anacrónico. Ese que, por añadidura, permite adjudicar a todo lo que respire a la derecha del PSOE culpas de continuidad dinástica: lo del ADN que decía Rubalcaba. Tampoco querrá Sánchez perder la oportunidad de redactar la nueva historia oficial acerca de la guerra pergeñada ya por Podemos y con todos los visos de triunfar porque nadie se atreverá a ejercer un contrapeso académico que lo convierte a uno automáticamente en fascista. Pero como se me acaba la columna y además me tengo que llevar al primogénito a entrenar, repito la pregunta: para resolver problemas nacionales que hasta el Rey ha entendido mejor y meterse en el siglo XXI europeo al que sólo parece haber llegado Macron, ¿la socialdemocracia española tiene como única propuesta derrocar a Franco?