Teodoro León Gross-ABC

  • Ni Junts ni ERC van a romper la legislatura. Esta timba de tahúres sí que lleva cartas marcadas

Mientras continúa el baile de máscaras en el Tribunal Supremo, donde Koldo y su señorito desnudan su desahogo por exigencias del guion negando incluso las pistolas humeantes ya localizadas por la UCO, la noticia estaba en el Congreso. Allí el admirador, el esclavo, el amigo, el siervo del sanchismo –léase Fernando Galindo, el García Ortiz del Cuerpo de Letrados de las Cortes– facilitaba el informe para dar la coartada al enésimo cambio de opinión del Gobierno con el que rendirse a Puigdemont. Claro que Sánchez nunca se prestará a una cuestión de confianza –él se ve como un socialdemócrata alemán tipo Scholz sin saber que es un peronista argentino tipo Kichner– pero ha tenido que tragarse este órdago del fugado de Waterloo y pasar por el aro para ganar tiempo. Por supuesto sólo es un farol en diferido facilitado por la delegada del Gobierno en el Congreso, Francina Armengol, para patear el asunto hasta febrero. La legislatura es una timba de tahúres.

Y la farsa continúa al dictado del independentismo catalán. Por supuesto Moncloa también pasa por caja de los nacionalistas vascos radicales o mediopensionistas –¡y tanto!– pero a sabiendas de que allí sólo es cuestión de dar con el precio en un mercadeo clásico de tira y afloja. Total, va a cargo del contribuyente. Con los nacionalistas catalanes de Junts y ERC hay algo más. Todo el ‘procés’ fue el resultado de la competición delirante de ambos en una puja continúa elevando la apuesta del otro, y ahora han dado con un escenario muy favorable: quién saca más al gobierno en Madrid y quién lo humilla más. Y se marcan y se retan en ese ‘chicken game’ en el que conducen hacia el precipicio desafiándose a ver cuál lleva más lejos la apuesta contra el muro de los consensos de la Transición. De ahí sale la ruptura de la caja única pactada con Esquerra o la denigrante amnistía con Junts. La aritmética de la legislatura les ha proporcionado el caldo de cultivo ideal para debilitar al Estado.

Cuando alguien cree que la cosa no puede estar peor, con un Gobierno atrincherado entre casos de corrupción, se olvida de algo: cuanto peor, mejor… para esos socios. Que el Gobierno de España se convierta en el principal propagandista del ‘lawfare’, de la guerra sucia judicial, les va de perlas. Es su mensaje desde hace años. Sin duda, un gobierno débil y sin escrúpulos es la mejor opción para un independentismo débil y sin escrúpulos. Ninguno de ellos va a romper la legislatura. Esta timba de tahúres sí que lleva cartas marcadas. Su único temor es Podemos, porque ellos sí tienen incentivos para ir a las urnas a defenestrar a Yolanda Díaz y retomar el liderazgo de la izquierda, pero saben que se lo pensarán antes de asumir el riesgo de otro suicidio. Hay margen. Y se prolongue cuanto se prolongue, el balance será irreparable para el Estado de derecho, y no ya por los casos de corrupción, sino por el veneno catalán inoculado. Antes o después, hará su efecto.