Cristian Campos-El Español
 

1.Y el ventrílocuo Pedro Sánchez salió al escenario por muñeco interpuesto, un tal Óscar Puente, para convertir el debate de investidura en una bronca tabernaria que le ahorrara responder por la amnistía. «Cuando todos gritan, nadie escucha». Por desgracia para el presidente en funciones, Alberto Núñez Feijóo no entró al trapo.

2. Hasta Pablo Iglesias, el mismísimo Pablo Iglesias, el hombre que trajo los escraches a España y llama «jarabe democrático» a la violencia política, llamó ayer «macarra» a Puente. En la SER tampoco podían creérselo.

3. Para humillar a Alberto Núñez Feijóo, el PSOE tuvo ayer que menospreciar a los diputados del Congreso, a las instituciones en general y a los propios ciudadanos. Sánchez debe de tener en muy alta estima a Feijóo si es capaz de sacrificar tanto sólo para ganarse los aplausos de unas pocas docenas de talibanes de la bronca.

4. La elección de Puente fue un claro error de casting. Teniendo a Tito Berni a su alcance, la elección de Puente pareció hasta tímida. El exalcalde decepcionó al no pedirse un roncola desde el estrado ni arrancarle un piquito a Francina Armengol, que era lo que todos los españoles esperaban del personaje. Sí simbolizó en cambio a la perfección la degradación estética y moral del PSOE de Sánchez.

5. Es probable que el discurso de Puente, una sucesión de chistes de barra de bar amontonados como garabatos en la pared de una guardería, hiciera que Gabriel Rufián, otro habitual del género de la verborrea y el meme tuitero, sintiera amenazado su trono de bufón oficial del Congreso de los Diputados. Por supuesto, los argumentos políticos de Puente, que alguno hubo, pasaron completamente desapercibidos. No descartemos que ese fuera el objetivo.

6. Un abrazo desde aquí para la autoestima de Óscar Puente, que le llevó a responder «sí» cuando su partido le propuso incendiar el Congreso frente a todos los españoles para proteger al principal responsable de su pérdida de la alcaldía de Valladolid. Es decir, Pedro Sánchez. Ya no se hacen dignidades como la de Puente.

7. El discurso de Puente lo escribió él mismo. Y se notaba. Sólo tienen que leerlo. Como decía Jules Renard, «deben de dolerle mucho los pies después de escribir tanto».

8. «Cobarde, cobarde» le gritaban los diputados del PP a Sánchez tras la intervención de Puente. Es difícil quitarles la razón. La supuesta osadía de muchas de las decisiones de Sánchez sólo esconde una cobardía estratosférica. Como la de adelantar las elecciones para no responder frente a su partido por los pésimos resultados de las elecciones autonómicas y municipales. Es una constante en su carrera.

9. La admiración que una parte mayoritaria del actual socialismo siente por Sánchez y sus golpes de efecto, siempre en el sentido de la política barata del shock, empieza a parecerse ya a la de esos propagandistas de Donald Trump que le piden mano dura contra los inmigrantes, los periodistas y todo aquel que se le enfrenta. A fin de cuentas, es la misma admiración por el «hombre fuerte» que «doma» a los rivales a fuerza de chulería y desprecio por las reglas. Populismo puro y duro, y también un poco de nostalgia de cacique.

10. Dice Iván Redondo en su último artículo que la sociedad española está cambiando y que la amnistía no le importa un rábano a nadie con menos de 60 años. Dicho de otra manera, que la moral y los principios están demodé y no sirven para nada útil. Es probable que tenga razón. Pero no entiendo entonces por qué despidió Sánchez a Redondo: la sintonía sigue siendo absoluta.

11. Yolanda Díaz, conocida hoy entre los españoles como La Cohetes, tampoco subió al estrado a responder a Feijóo. Ella se reserva para el diálogo con delincuentes fugados de la justicia como Carles Puigdemont. Alguien sin antecedentes penales como Feijóo debe de parecerle un soso, a La Cohetes.

12. La cobardía de Sánchez y la elección de Puente son, por supuesto, tácticas legítimas en democracia. Pero demuestran el desprecio infinito del presidente por la soberanía popular, es decir, por los ciudadanos; confirman su mal talante y el inmenso pantano de ectoplasmas atormentados que es su ego; y colocan al PSOE en la periferia de la institucionalidad, allí donde moran los monstruos de la política.

13. La voladura de cualquier puente que pudiera quedar en pie entre el PP y el PSOE condena a Sánchez a depender, sin vuelta atrás posible, de Sumar, Junts, ERC, EH Bildu y BNG. Pero, sobre todo, ata el destino del PSOE al de Sánchez. Descartada la posibilidad de que el PSOE se deshaga en un arrebato de responsabilidad de Sánchez, sólo queda que sean los votantes socialistas los que le hagan ese favor a su propio partido en unas hipotéticas segundas elecciones. Paradójicamente, no votar al PSOE es la mejor forma de salvarlo de su aniquilación a manos de Sánchez.

14. Le dijo Feijóo al PNV que a él no le han votado para darle la amnistía o la independencia a los separatistas, pero que a ellos tampoco les han votado para que faciliten la imposición del programa económico de Podemos. Tiene razón, claro: el PNV era un partido desleal, pero inteligente. Ahora sólo le paga las Fantas a EH Bildu.

15. Parece, en fin, que el PNV, uno de los pocos partidos de la cámara que puede pactar tanto con PSOE como con PP, ha decidido apostarlo todo al eje identitario en detrimento del económico. No hace falta ser un prestigioso estratega electoral para saber que quien representa mejor ese eje en el ámbito vasco es EH Bildu. ¿Cuál es entonces su plan? ¿Morir aferrados al ego de Sánchez mientras Otegi y sus 37 etarras les sorpasan?

16. Algún socialista hubo al que no le gustó la elección de Puente como representante del partido. Sobre todo después de que el propio Sánchez le descartara hace semanas como portavoz por las razones que puede intuir cualquier español adulto. Algo de nervios debe de haber en la Moncloa si el presidente ha cambiado de opinión tan rápido.

17. No contribuyeron a apaciguar el disgusto entre parte del PSOE los insultos a Felipe González y Alfonso Guerra desde la tribuna de oradores al grito truculento, propio del peor populismo bananero, de «EL PSOE LE PERTENECE AL PUEBLO». Eso de «pueblo» debe de ser el apodo de Sánchez en Ferraz, porque de otra manera no se entiende el bramido primigenio de Puente.

18. A Feijóo ni siquiera le hizo falta la ayuda de Puente para cohesionar a su partido y demostrar que un gobierno presidido por él sería infinitamente más soportable y progresista, en el término más estricto del término «progresista», para los españoles que uno de Sánchez. Su discurso había sido diseñado para ser asumible por un 90% de los diputados y sólo el encabronamiento tóxico y la división de los españoles en bloques artificiosos provocada por el sanchismo impiden hoy que Feijóo sea presidente.

19. Tenía también razón Feijóo cuando dijo que ser presidente al estilo Sánchez, es decir, perdiendo elecciones y con los peores resultados históricos de cualquier candidato de la democracia, es muy fácil. Sólo hay que estar dispuesto a volar por los aires la convivencia, las instituciones y la democracia. Eso es el sanchismo.

20. La verdadera talla de Sánchez no la dan solamente sus alianzas políticas, sino el hecho de que sólo se haya atrevido a enfrentarse a Feijóo en el Senado, cuando los tiempos le beneficiaban abrumadoramente. La única vez que ha actuado en igualdad de condiciones, en el debate en Antena 3, Feijóo le aplastó. Ayer, por supuesto, Sánchez no quiso arriesgarse a salir derrotado de nuevo y prefirió que ese papel lo asumiera Puente. Sánchez es un presidente de mínimo riesgo. Lo contrario de un líder.

21. Quién iba a decir que Feijóo tenía retranca y un sentido del humor afilado (pero no agresivo). Aguantar nueve horas de debate a ese nivel no es precisamente fácil. Quiénes dudaban de la oratoria del líder popular tendrán que retractarse hoy. Feijóo consiguió ayer algo muy difícil: que hasta sus respuestas a ERC y Junts, la sal gorda de los partidos regionalistas y el nivel cero de la política, y soy generoso en el calificativo a Rufián y Nogueras, resultaran entretenidas.