Es uno de lugares más comunes en el análisis de la política vasca: «ETA se está blanqueando». Y así podría creerse cuando la peña de Bildu homologa a los terroristas con sus víctimas o abraza de modo camaleónico banderas angélicas y evanescentes que le traen sin cuidado (la transexualidad, el ecologismo, el animalismo…) o que son la pura antítesis de su ideario racista, xenófobo y totalitario: el feminismo, el pacifismo, los ‘sin papeles’… Podría pensarse, en efecto, que hay una estrategia de blanqueamiento cuando escenifica en las Cortes o en el Parlamento navarro un obsceno idilio ideológico con el partido del que salieron los GAL o cuando hace política de juguete con un bodrio antisistema como la ley de vivienda. El problema que ha tenido siempre esa tesis del blanqueo es que quedaba desbaratada cada vez que Otegi cogía la alcachofa para justificar su tenebroso pasado.

Con la inclusión en las listas electorales de Bildu para el 28-M de 44 etarras, 7 de ellos con delitos de sangre (y algunos presentándose en los pueblos donde asesinaron, con los mismos alias que usaron para tal fin) ya no estamos siquiera ante un caso de justificación sino de un evidente orgullo y un sórdido regodeo en el dolor que ese orgullo inflige en sus víctimas. La pregunta que cabe aquí es si una escenificación semejante de miseria moral y desafío a la democracia responde a una calculada estrategia o a una incontenible pulsión psicopática que traiciona ese programa de un rudimentario blanqueamiento que nunca resultó convincente dadas sus fisuras y contradicciones. ¿Estamos ante el escorpión de la fábula que pica mortalmente a la rana que le ayuda a atravesar el río porque ‘matar está en su naturaleza’ aunque le cueste el ahogamiento en las aguas, o estamos ante la inevitable decisión de quienes han entendido que, si se blanquean, si borran su pasado de sangre, no les queda nada que vender electoralmente porque matar es lo único que hicieron? En las consultas electorales, cada partido vende lo que ha hecho por la comunidad en la que se presenta -logros sociales, guarderías, autopistas…-, pero ETA lo único que ha hecho es asesinar. El asesinato es su gran activo publicitario. Si a su brazo político le quitas los atentados, se queda en nada.

No. Desde este 28-M ya no puede hablarse del blanqueo de ETA. Aquí el único blanqueo es el que ahora intentan un PSOE y un PNV que han actuado como socios leales en las dos legislaturas del ‘sanchismo’ y como cómplices necesarios en el estrellato que en ellas ha tenido Bildu. Eso como mínimo, sin recordar la vieja, larga y siniestra historia de guiños a la izquierda abertzale. Y sí. Cada vez que decimos que ETA se blanquea, estamos blanqueando al PSOE y al PNV.