José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- El Comité Federal ha sido escarnecido de nuevo por Sánchez porque todas las decisiones que le corresponden las ha tomado él sumiendo al partido en una deriva perdedora
«El máximo órgano de control político y de dirección del Partido Socialista a nivel estatal es el Comité Federal, responsable de dirigir la política del PSOE y controlar la gestión de la Comisión Ejecutiva Federal (CEF), entre otras funciones. De él forman parte representantes de todas las federaciones socialistas que periódicamente trasladan sus inquietudes a la máxima dirección del partido y, por ello, es el encargado también de convocar los Congresos Federales o las Conferencias sobre cuestiones de política general o sectorial».
Esta es la definición oficial del órgano del PSOE que hoy se reúne en Madrid para aplicar electrodos a una organización en colapso orgánico. Es un partido con estructuras oxidadas como el Comité Federal que en vez de comportarse como una instancia de control y debate —lo fue con González y con Zapatero— se ha convertido en un foro de aclamación y sumisión al líder. Sánchez, al tiempo, ha ido liquidando a las personas que lo respaldaron a medida que sus propias incapacidades e inhabilidades conducían al PSOE a una situación catatónica.
La prueba es que todas las decisiones relevantes del Comité Federal (es decir, las unilateralmente adoptadas por Sánchez) han sido precocinadas en la Moncloa, se han hecho oficialmente públicas antes de su adopción formal y han sido acatadas sin que se hayan guardado ni las formas de respeto al papel estatutario del Comité Federal.
Incluso el presidente se ha arrogado la facultad que corresponde al Congreso Federal al designar dactilarmente a la nueva vicesecretaria general en la persona de María Jesús Montero en sustitución de Adriana Lastra y la incorporación de otros alterando las decisiones congresuales (véanse los artículos 21. C y 27.o de los Estatutos del PSOE y se observará el abuso). Si antes el Comité Federal era irrelevante, ahora, además, ha sido escarnecido. Esperemos que alguien se levante en la reunión de hoy y lo denuncie.
El secretario general del PSOE ha intentado todo desde el mayor personalismo. Pero su gestión no funciona. Celebró el fracasado 40 Congreso Federal del PSOE proclamándose socialdemócrata y, en realidad, se ha convertido en un populista de izquierdas con una cierta esquizofrenia decisora en política exterior. Cambió su Gabinete hace poco más de un año y lejos de mejorar sus mecanismos de eficiencia, los empeoró. Refrescó el partido con más leales y los ha ido liquidando sin importarle especialmente la fidelidad que le profesaron encumbrando a sus anteriores adversarios.
Sánchez es un personaje increíble en el más literal de las acepciones de este término: su palabra se toma a beneficio de inventario; promete y no cumple; asegura ahora y niega después; dice disponer de un Consejo de Ministros cohesionado, afirmación que insulta la inteligencia de la ciudadanía; dice que ganará las elecciones y que encabezará la lista en Madrid, y es general la duda de que suceda lo uno y lo otro; ha perdido cinco de las seis elecciones autonómicas celebradas en la legislatura y ha sacado adelante, más por suerte que por solidez parlamentaria, algunas de las iniciativas más críticas; gobierna como ningún otro presidente a golpe de decreto-ley usurpando las funciones del Congreso; manosea el Poder Judicial sin atender a las indicaciones de la Unión Europea; favorece a los radicales mientras desangra a su organización y, en fin, trata a sus socios de Podemos —ya en descomposición— con el mismo desdén con el que se desentiende de las personas que le ayudaron a regresar al mando del partido.
«Su palabra se toma a beneficio de inventario; promete y no cumple; asegura y después niega»
El Comité Federal podrá decidir maquillar el rostro de un PSOE irreconocible, tras quebrar su trayectoria histórica que le situaba en la centralidad («el partido que más se parece a España»). Pero este socialismo es ininteligible incluso en Andalucía, el útero en el que se gestó el PSOE de Felipe González y que propulsó su victoria electoral en 1982 con un registro histórico —202 diputados— y trece años de Gobierno ininterrumpido con varias mayorías absolutas.
Sánchez puede prescindir de los rostros más adustos e ineficaces del PSOE, aunque le hayan sido leales, puede encumbrar a su otrora competidor Patxi López, crear una línea Maginot de portavoces en el Congreso, en el Senado y en el partido, constituir órganos de coordinación y estrategia, dar protagonismo a esos dos socialistas sensatos como Oscar López y, sobre todo, Antonio Hernández —que no le siguieron en su aventura inicial con Pablo Iglesias—, pero nada sustancial cambiará porque el problema del PSOE es él.
Y no hay voces de referencia en la organización que sean capaces de hacerle reflexionar sobre los catastróficos errores de llevar al socialismo a un territorio de la izquierda que nunca fue el suyo, a una amputación de su interlocución social con sectores diferentes que frecuentemente resultó fructífera para el conjunto de la ciudadanía y a apoyarse en fuerzas independentistas y subversivas que están fagocitando al PSOE porque en la medida en que sus posibilidades electorales disminuyen aumentan las de aquellos que cargan sus alforjas mediante trueques abusivos que se justifican solo en la continuidad de Sánchez en la Moncloa.
Es esta una realidad crítica para el PSOE. El factor político permanente es el partido a efectos de la estabilidad, gobernabilidad, pluralismo y seguridad de España y de su sociedad. Para Sánchez —en tanto que perecedero como líder— la coyuntura carece de dramatismo. Un expresidente —que lo será a no tardar— tiene posibilidades por estatuto propio de optar a responsabilidades, ocupaciones y protagonismos muy gratificantes. El problema es lo que deja tras de sí por la comisión de unos errores que tienen su origen en una concepción soberbia y narcisista del poder y caracterizada por una ambición que le ha conducido a laminar al socialismo español aliándose con sus depredadores, desde Podemos a los independentistas vascos y catalanes
Su liderazgo ha provocado una desertización alrededor de su figura de culto y a la que se han subordinado todos aquellos que en el PSOE desempeñan responsabilidades de cierta relevancia. Y esta situación es sabida y asumida, pero no denunciada en el PSOE, ni en sus entornos mediáticos ni en los grupos de interés próximos.
Nadie ha sido capaz aún de advertir que el rey está desnudo, que el problema del PSOE no es este o aquel, sino su secretario general, Pedro Sánchez Castejón. Y si nadie se sacrifica por lealtad al partido, el socialismo español se instala, como ahora lo está, en una problemática insoluble. Y ya es muy tarde para detener, y más aún para invertir, una deriva perdedora. Mientras, la izquierda a la izquierda del PSOE sigue en guerra tabernaria: Belarra ha cesado de la secretaría de Estado de su ministerio al secretario general del PCE, Enrique Santiago, declarando así las hostilidades con Yolanda Díaz. Definitivamente, el error de Sánchez ha sido tan colosal como irreversible.