Rubén Amón-El Confidencial
- La cumbre valenciana que entroniza a la candidata Díaz demuestra que Iglesias se marchó dejando en herencia una bomba temporizada que puede acabar con la formación
No existe proporción alguna entre el peso real de Izquierda Unida —cinco diputados— y la envergadura política que ha adquirido últimamente. La designación del juez Ramón Sáez como miembro del TC es una victoria extemporánea del PCE, el núcleo duro de la coalición, mientras que el vuelo de Yolanda Díaz convierte el partido subalterno —IU— en la alternativa al desguace de la formación morada. De hecho, Podemos se encuentra emparedado entre la sumisión al PSOE y la presión de Izquierda Unida.
Es una tradición que los gobiernos de coalición castiguen al socio de menos tamaño, pero semejante evidencia no contradice que Podemos se resienta al mismo tiempo de la ferocidad de su aliado gregario. Es la conclusión más llamativa del tsunami feminista y restringido que organizó Mónica Oltra en Valencia. No solo estaba proscrita la presencia de los líderes cipotudos que renegaron de Iglesias, empezando por Errejón. También se discriminó a las ministras de Podemos en una suerte de venganza premonitoria que ubica a Yolanda Díaz en el trono de la izquierda de la izquierda, malogrando el porvenir de las camaradas y los camaradas morados.
El pez pequeño va camino de devorar al pez grande. Iglesias subestimó la fuerza de Díaz cuando la proclamó a dedo candidata
El pez pequeño va camino de devorar al pez grande. Porque Iglesias subestimó la fuerza de Yolanda Díaz cuando la proclamó a dedo candidata a las generales. Y porque el aquelarre celebrado en Valencia a expensas de Irene Montero y Ione Belarra convierte en un sarcasmo el maridaje de Unidas Podemos. Ni Unidas ni Podemos. El mitin valenciano jalona la campaña presidencial de Yolanda Díaz sobre la herencia desnutrida de Pablo Iglesias. Y no es que la vicepresidenta vaya a suceder a Pedro Sánchez en modo alguno, pese a la hiperglucemia y fanatismo del mitin urdido en Valencia, pero la desmesura de la euforia levantina sí traslada un escenario siniestro al porvenir político y electoral de Podemos.
Debe sentirse impresionado Iglesias por la agonía de la criatura que él mismo creó y que también ha destruido progresivamente. Podemos ha sido un partido menguante, un fracaso trepidante. No ya por el delirio personalista de su ‘autor’ frente a las promesas asamblearias y las expectativas mesiánicas, sino porque el ingenio y el instinto con que el propio Iglesias descubrió el fenómeno Díaz pueden conllevar el golpe de gracia.
Lo demuestra el antecedente de las elecciones autonómicas madrileñas. La opción renovadora de Mónica García, candidata de Más Madrid, abatió al propio Iglesias y predispuso el escenario nacional que ahora disfruta con tanta holgura Yolanda Díaz. Quiere decirse que Pablo Iglesias eligió con esmero al verdugo de Podemos (la verdugo).
Y que la cumbre valenciana tanto expone la correlación narrativa de Mónica García y Yolanda Díaz como implica un escarmiento a las madrinas de Podemos. Excluir a Montero y Belarra de la kermés es una manera de humillarlas y de amoratarlas, más allá de simbolizarse un cisma que conmueve la estabilidad de la izquierda y que demuestra el alcance de la bomba con temporizador que Iglesias dejó en herencia antes de marcharse.