Ignacio Camacho-ABC
- Nada teme más el estado mayor de los populares que un exceso de confianza o de relajación entre sus votantes
Es probable que Juanma Moreno sienta más vértigo que regocijo ante la encuesta de GAD3 para ABC. En realidad, ante todas las que en los últimos días vaticinan un triunfo muy holgado del PP. Pero ésta es demasiado buena: primera fuerza en todas las provincias, a veinte diputados y más de quince puntos de diferencia con el segundo. Y además la firma Narciso Michavila, que suele equivocarse poco cuando no acierta mucho. Moreno no triunfa sólo en intención de voto; todos los metadatos dibujan una victoria apabullante, destacando entre ellos que uno de cada cinco electores socialistas en 2018 lo prefieren como presidente de la Junta. Un panorama mejor incluso del que esperaba cuando convocó las elecciones, al borde mismo de la mayoría absoluta.
Y precisamente por eso, y por la reputación certera de una empresa experta en estudios de opinión pública, es un pronóstico de doble filo a una semana corta de las urnas.
En este momento nada teme más el estado mayor de los populares que un exceso de confianza de sus votantes. El riesgo de que la sensación de que todo está hecho ocasione una desmovilización de impacto clave en el reparto de los restos que asignan los últimos escaños provinciales. Preocupa el calor, el puente del Corpus en Sevilla y Granada, la sugestiva tentación de la playa. Una atmósfera de relajación electoral que en el último instante dilapide una parte crucial de la ventaja. En segundo término, la dificultad de mantener la tensión en un final de campaña que puede hacérsele largo a Juanma ante el previsible arreón de Olona y Espadas. Y por último, la posibilidad de que un resultado real más corto produzca el efecto práctico de convertir un éxito objetivo en una especie de chasco. Con unas expectativas tan altas, todo lo que no sea gobernar en solitario dejará al PP con el sabor amargo de un relativo fracaso y minimizará, aunque sea de cara a la galería, la frustración de sus adversarios.
Las conclusiones específicas habrán de esperar al escrutinio. Lo que sí puede darse ya por sentado es que Andalucía ha consolidado su vuelco político. Que el estigma de la derecha, el de la herencia caciquil y el error del 28-F, ha desaparecido al tiempo que en amplios sectores del territorio y de la población comienza a prender un estímulo de dinamismo. Es pronto aún para saber si ese proceso es también el indicio de una tendencia de escala nacional hacia un cambio de ciclo; no sin embargo para predecir con alta fiabilidad que Pedro Sánchez pasará una mala noche el domingo. Si encima Vox no logra entrar en el Gobierno perderá el último consuelo y no tendrá con qué eludir los titulares que señalen su hundimiento. Ésa es la única incógnita que aún está en juego, y que por depender de porcentajes pequeños queda dentro del margen de error de los sondeos. Pero el batacazo sanchista cabe darlo por cierto. Y va a ser entre grave y severo.