Se sabe que Vladimir Putin interviene en los procesos electorales de las democracias liberales. El fin es siempre el mismo: debilitar a Occidente, definido como el enemigo de Rusia en su Estrategia de Seguridad. El sátrapa ruso ha organizado un sistema de intervención en las opiniones públicas europeas que forma parte de su sistema de guerra, como si se tratara de una unidad militar más. Todo esto es bien conocido por los servicios de inteligencia occidentales, de Estados Unidos, de la OTAN o de la Unión Europea. Para España, donde están demostradas las interferencias rusas, especialmente en el procés en Cataluña, la cuestión que importa es con qué «amigos” cuenta la autocracia rusa en el país.
Uno de los principales instrumentos utilizados para las interferencias rusas es Russia Today. Comprobar quiénes han colaborado con esta televisión controlada por Putin es un camino directo para comprobar el estado de la cuestión. A la cabeza de los entrevistados en el medio de propaganda está nuestro Rodríguez Zapatero y con él los sospechosos habituales: Baltasar Garzón, Ada Colau, Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero o Carles Puigdemont. A su lado, los bolivarianos Rafael Correa (en busca y captura por corrupción), Cristina Kirchner (condenada por corrupción), Hassan Nasrallah (líder del terrorista Hezbolá), o Nicolás Maduro (investigado por torturas en la CPI). Por razones obvias, de esto no se enterarán los españoles que se informen por La SER o La Sexta.
Hacer frente a las agresiones rusas
Los antecedentes de interferencias rusas en procesos electorales, como los de la victoria de Trump, el Brexit o el procés en Cataluña, demuestran que Putin apoya todo lo que entiende que puede desestabilizar los países que ha catalogado como enemigos en el contexto de la segunda guerra fría liderada por China. Como demuestran las intervenciones en campañas electorales, el autócrata ruso tiene demostrado que le importa lo que favorece sus objetivos, no la línea ideológica de los partidos que apoya. Puede auxiliar a la vez a la derechista Le Pen y al izquierdista Mélenchon en Francia, al húngaro Orban como a la ultraizquierda de Tsipras en su día en Grecia. La alianza rusa con todo el castro-chavismo iberoamericano, incluidas las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela, es de sobra conocida. Entre los amigos, el mexicano López Obrador, que invitó a desfilar en la fiesta nacional al ejército ruso, el mismo que está masacrando a los ucranianos.
El problema para España es que, así como Alemania y Francia se tomaron muy en serio estas interferencias, el gobierno Sánchez no ha tenido ningún interés por hacer frente a las agresiones rusas. Nadie puede ignorar que el cese de la directora del Centro Nacional de Inteligencia, Paz Esteban, se produjo en el contexto del acuerdo con Puigdemont para la investidura. El CNI, como el East StratCom de la UE y el Centro de Comunicaciones Estratégicas de la OTAN, tiene abundante información de la participación rusa en la política española, pero los antecedentes señalan que el gobierno sanchista no va a poner interés en seguir la estela de Putin en los procesos electorales españoles, desgraciadamente.
Que quienes han sido considerados por la dictadura rusa como “amigos” estén en el poder en España debería ser una preocupación central de opinión pública
Hace unos días la Audiencia de Barcelona decidió poner fin a las investigaciones del juez Joaquín Aguirre sobre la trama rusa del procés, el conocido como caso Voloh. Lo más preocupante es que explica su decisión porque en seis meses la Fiscalía – de quién depende- no haya pedido ninguna diligencia. Eso, en un caso que tiene huellas por todas partes, como las reuniones del entorno de Puigdemont con agentes del Kremlin. Ahora el juez deberá decidir si archiva o envía a juicio, sin haber realizado el trabajo de investigación necesario. Lo que habría sido un escándalo mayúsculo en Alemania, por ejemplo, en España llueve sobre mojado y ya a nadie extraña dejación tan grave en perjuicio de la Seguridad Nacional.
Los resultados de las elecciones en Europa demuestran que la amenaza que representa Putin para la estabilidad y el futuro de la UE es asunto mayor. Que quienes han sido considerados por la dictadura rusa como “amigos” estén en el poder en España debería ser una preocupación central de opinión pública. En el Eurobarómetro preelectoral de la Comisión Europea se comprueba que el europeismo de los españoles ha crecido más que en ningún otro país y que existe conciencia sobre la amenaza rusa para nuestro sistema de convivencia democrático. Llama la atención cómo los españoles son los más partidarios de una política exterior y de seguridad común entre todos los miembros, en la que ningún país vaya por libre. Por ejemplo, para una acción consensuada en la guerra de Israel y Hamas. Justo lo contrario de lo que está haciendo el Gobierno presidido por Sánchez. Ninguna sorpresa: si se echa un vistazo al Consejo de Ministros, se entenderá por quién “vota” Putin.