Andoni Pérez Ayala-El Correo
- En este tiempo electoral atípico, en el que no debe tener cabida la retórica antipolítica, hay que centrar la atención en las propuestas
Uno de los eslóganes que mayor éxito cosechó en las elecciones locales fue el que tuvo como protagonista al voto de’ Txapote’, cuyo destinatario, como coreaban sus propagadores -«¡que te vote ‘Txapote!»-, no era otro que el propio presidente del Gobierno; y, por extensión, las formaciones integrantes del Ejecutivo. No parece que haya habido muchos votos de esta procedencia, ni tampoco de otras a juzgar por los magros resultados obtenidos en las urnas por aquellos a quienes iba dirigida tan peculiar indicación de apoyo. Lo que contrasta con el notable éxito electoral -sobre todo, a escala nacional, más que aquí en particular- conseguido por los promotores del eslogan, que se sitúan así en una posición más favorable ante la próxima cita con las urnas.
Más allá del dudoso acierto del empleo de eslóganes electorales de este tipo, por más que sirvan para encandilar a algunos de los sectores de la propia peña partidista -y de los medios adictos-, sí interesa dedicar algo de atención al discurso político que se genera en torno a ellos. Desde el mismo momento de su lanzamiento y propagación por los medios, el primer efecto que tienen es el de polarizar el debate político, si así puede llamarse, en torno a la propia consigna, que no suele ser precisamente un ejemplo de elaboradas propuestas programáticas. A lo que sigue, como consecuencia lógica y como hemos tenido ocasión de comprobar, la trifulca, cuanto más estridente mejor, a propósito del mensaje sobre esta indicación del voto.
Tampoco faltaron las alusiones al puchero, lo que en el marco de un proceso electoral en curso no deja de ser de lo más inquietante; sobre todo, cuando la mención a este utensilio de cocina proviene de la máxima autoridad de una comunidad autónoma en la que están teniendo lugar unas elecciones en las que ella participa como figura estelar. Se trata de una forma más de animar el cotarro, por si faltaba animación en nuestro patio político, pero que en el contexto en el que se hace no es precisamente el mejor ejemplo de la responsabilidad política que cabe exigir a una cualificada autoridad institucional.
Es conocida la frase utilizada en el lenguaje político italiano -«manca finezza»- para referirse a situaciones que requieren mayor tacto en el comportamiento. Aunque no es exactamente aplicable a nosotros, ya que aquí, tanto en el caso del voto de ‘Txapote’ como en el del puchero de Ayuso, se requiere algo mas que ‘finezza’, puede servirnos para reclamar la utilización de un lenguaje más medido, en especial a la hora de reclamar el voto de los electores. De lo contrario, sin llegar a los extremos de que se produzcan pucherazos como irresponsablemente se ha insinuado, sí se corren riesgos ciertos de que nos encaminemos hacia una progresiva degradación de los procesos electorales, como en buena medida está ocurriendo ya.
A la vista de la retórica electoral que se viene utilizando, uno no puede por menos de añorar los tiempos en que había algo más de ingenio en el debate político. Recuérdense las alusiones a los ‘aprobetxategis’ y a los ‘amarrategis’ -con motivo de la discusión presupuestaria, con Rajoy y Aitor Estaban como contendientes-, respaldados desde las respectivas bancadas por los ‘forofogoitias’ correspondientes. O, más lejanas en el tiempo, las advertencias de ‘abrir el melón’ en referencia a la Constitución o a la ‘plantación de berzas’ cuando se mentaba la autodeterminación. Al menos estas referencias retóricas en los debates parlamentarios eran bastante más ingeniosas que el recurso a ‘txapotes’ y pucheros en el marco de un proceso electoral en curso.
La coincidencia, poco común, entre un periodo poselectoral municipal -y autonómico donde lo haya habido, aquí a juntas generales y diputaciones- aún no concluido y un periodo preelectoral parlamentario en marcha obliga a prestar particular atención al discurso utilizado; muy especialmente, cuando se trata de cualificados líderes -o lideresas- políticos. En este contexto atípico, es más necesario que en cualquier otro momento centrar la atención en las propuestas programáticas, bien a escala municipal y territorial para la formación de los gobiernos en estos ámbitos, o de carácter general relativos a la agenda legislativa de las Cortes y a las medidas del Gobierno central.
No faltan asuntos sobre los que es preciso entablar debates y, a ser posible, llegar a acuerdos entre las formaciones políticas tanto a escala local como estatal. Y no sobran propuestas programáticas para afrontar con seriedad los problemas que tenemos planteados, por complejos que puedan ser en algunos casos. Lo que no tiene cabida -o no debería tenerla- en un proceso ni post ni preelectoral es la utilización de una retórica (anti) política como la que ejemplifican los eslóganes ‘txapoteros’ y las pucheradas con las que nos obsequian quienes tienen interés en que estos sean los temas de discusión.