Desde que el desastre de la ley “sólo sí es sí” puso en la calle a un gran número de violadores y muchos agresores sexuales vieron rebajadas sus penas -nefasta secuela de poner al frente de un ministerio responsable de cuestiones jurídicamente complejas a una pandilla de indocumentadas vociferantes- el PSOE no ha dejado de dar motivos a las mujeres españolas para dejar de votarlo. La cosificación descarada de las amiguitas de José Luis Ábalos por parte de su mamporrero Koldo García utilizando expresiones soeces de una vulgaridad ofensiva para referirse a las destinatarias de los favores económicos y laborales del lujurioso ministro, recibidos a cambio de afecto carnal remunerado; los fallos estrepitosos de las pulseras anti-maltratadores y las excusas patéticas ante tal desaguisado de otra feminista doctrinaria con CI descriptible; el público conocimiento de que la carrera política de Pedro Sánchez se cimentó en los beneficios en dinero negro de una red de prostíbulos de ambos sexos propiedad de su suegro; el descarado nepotismo del inquilino de La Moncloa a favor de su cónyuge, directora de cátedra sin título universitario; la renuncia a sus cargos de Francisco Salazar, nada menos que Secretario de Acción Electoral del partido y Secretario General de Coordinación Institucional de la Presidencia del Gobierno, tras ser acusado de acoso sexual e intimidación por parte de subordinadas suyas, la orgía en el parador de Teruel del ex ministro de Transportes y de Fomento con acarreo de meretrices en furgoneta y la pernoctación en esa ocasión gloriosa en el mismo establecimiento de la entonces Delegada del Gobierno en Aragón y hoy ministra de Educación y Portavoz, Pilar Alegría -portavoz, paradójicamente, con serias dificultades de expresión oral- y las juergas abundantes en rabizas contratadas al efecto por el ex diputado socialista canario Juan Bernardo Fuentes Curbelo, también conocido como “Tito Berni”, han configurado una imagen repulsiva de la formación supuestamente entregada al más acendrado feminismo a ojos de sus simpatizantes del otrora llamado sexo débil.
El debate del aborto
Tradicionalmente el PSOE estaba mejor situado que el PP en voto femenino y este comportamiento electoral se ha revertido espectacularmente. En las encuestas de estos días el PP aventaja al PSOE en casi diez puntos en este sector, que es, por cierto, el mayoritario en participación en comicios generales. La aceptación por parte del alcalde de Madrid de una propuesta del Grupo Municipal de Vox en el Ayuntamiento capitalino para que las gestantes demandantes de aborto sean informadas del riesgo de síndrome post ha proporcionado al Gobierno la oportunidad de intentar acorralar a su principal rival político sacándose de la manga una iniciativa absurda por irrealizable como la incorporación a la Constitución de un supuesto derecho al aborto, tal como ha llevado a cabo Macron en Francia con el apoyo entusiasta, cosas veredes, de la socia de Abascal en el Parlamento Europeo, Marine Le Pen.
La posición de los partidos en relación con un asunto tan espinoso en términos morales, científicos, antropológicos y religiosos viene determinada por el hecho de que una amplia mayoría social en los países occidentales está en favor de la libertad de las mujeres para decidir unilateralmente sobre su embarazo. La afirmación de que sólo ellas pueden disponer de su cuerpo –“nosotras parimos, nosotras decidimos”- tiene un componente falaz porque si bien el ser humano en gestación está albergado en el organismo de la madre en total dependencia de él, es claramente distinto al de su progenitora, con un genoma propio y diferenciado que lo hace único como miembro, aunque sea en potencia, de nuestra especie y, por tanto, sujeto de derechos inalienables y de dignidad intrínseca. Ahora bien, una fuerza parlamentaria que incluyese en nuestros tiempos en una democracia liberal en su programa la prohibición, la penalización o la restricción del aborto, sufriría el rechazo airado de millones de mujeres -y asimismo de hombres-, lo que representaría un fracaso seguro en las urnas. Esta circunstancia inevitable excluye cualquier planteamiento maximalista sin una renuncia previa a la posibilidad de alcanzar el poder.
Agenda en favor de la maternidad
A partir de aquí, existe una fórmula realista y moralmente defendible para implantar una política decente en relación al aborto que conjuga el pragmatismo con la defensa de la vida del nasciturus: la promoción y realización de medidas efectivas en los dominios sanitario, educativo, social y fiscal que ofrezcan a toda mujer que desee culminar su maternidad, pero que padece obstáculos económicos, laborales, familiares o emocionales que se interponen entre su aspiración a dar a luz y las consecuencias de tal acontecimiento, la oportunidad de cumplir tan loable objetivo. Dicho en otras palabras, la puesta en marcha mediante los recursos humanos, materiales y normativos necesarios de una agenda en favor de la maternidad y no contraria a la misma como quieren imponer las feministas radicales y la izquierda aplaude. Un gobierno éticamente articulado ha de procurar desde una óptica estrictamente cuantitativa que los cien mil abortos que tuvieron lugar en España el año pasado vayan disminuyendo sin menoscabo de la libertad de las mujeres hasta que la cifra sea la menor posible. Nadie dotado de un mínimo de humanidad puede poner pegas a semejante enfoque y si lo hace, si se empeña en que la cantidad de vidas humanas a nacer decrezca un año tras otro en la frialdad de los quirófanos, entonces es que está al servicio de un plan execrable y perverso incompatible con los fundamentos morales de nuestra civilización.
La deserción de las mujeres del contingente de votantes socialistas es una muestra inequívoca de que han detectado que detrás de las ruidosas proclamas feministas del Gobierno y de la mayoría que lo sostiene contra viento y marea no hay más que hipocresía, teatro y manipulación descarada de tantas futuras madres que no necesitan que las empujen al bisturí del cirujano, sino que las ayuden a alcanzar su plenitud vital.