Francisco Rosell-El Debate
  • Desde su noviazgo, Sánchez conocía las actividades ilícitas de quien fue confidente de la Policía y en cuyos lupanares se grababa a personajes públicos. A raíz de nacer su primera hija en 2006, el padre de la tetraimputada Begoña Gómez dejó de figurar como titular de estos lenocinios, si bien con su hermano de testaferro

En House de cards, ese retrato shakesperiano de la política norteamericana, se registra un episodio de gran crudeza cuando el congresista Peter Russo afronta el acre interrogatorio de su partido previo a su candidatura a gobernador de Pensilvania. Adicto al sexo de pago y a las drogas, de cuyo consumo se rehabilita enarbolando esa bandera, Russo sufre un tercer grado para que desembuche sus secretos más inconfesables por si algún sórdido entresijo echa a perder su elección. Es tal el acorralamiento que se revuelve contra su inmisericorde inquisidor: «¿Disfruta con esto?». Frío como un témpano, el circunspecto le aclara: «¿Acaso al médico le gusta palpar los huevos al paciente y pedir que tosa? Hago esto hace tiempo, joven congresista, y sé cuándo he limpiado toda la mierda del zapato».

Valga este lance cinematográfico a cuenta de las últimas revelaciones sobre las actividades prostibularias del suegro de Pedro Sánchez y cómo financiaron el modus vivendi del hoy presidente, así como probablemente su carrera académica —tesis doctoral plagiada incluida— y su meteórico ascenso tras ser concejal y diputado de rebote. En dos años, el antaño chico de Pepiño Blanco, todopoderoso brazo derecho de Zapatero, pasó de no ser nada a serlo todo en un PSOE derruido en el que nadie evaluó los «Riesgos PS». Ese es justo el encabezamiento del documento confidencial de 9 de noviembre de 2014 confeccionado, a instancias del Gobierno de Rajoy, por el comisario de todas las salsas Villarejo tras vencer Sánchez en las primarias a Eduardo Madina, luego de que Susana Díaz le cediera su sitio al ganador tras dejar compuestos y sin novia a los suyos.

Leyendo el informe completo publicado por Libertad Digital, corroborando aspectos anticipados por El Debate, parece que nadie del PSOE reparó en qué arrastraba el mocasín de quien, amén de valerse tal vez de las confidencias de los antros de su suegro, ha residido en viviendas habituales y de vacaciones merced al mercado de la carne de Sabiniano Gómez. Es más, según el informe, Sánchez y su cónyuge recogían cada mañana el efectivo recaudado, si bien otras fuentes matizan que «PS la acompañó en muy contadas ocasiones». Desde su noviazgo, Sánchez conocía las actividades ilícitas de quien fue confidente de la Policía y en cuyos lupanares se grababa a personajes públicos. A raíz de nacer su primera hija en 2006, el padre de la tetraimputada Begoña Gómez dejó de figurar como titular de estos lenocinios, si bien con su hermano —condenado por proxenetismo— de testaferro.

«¿De qué prostíbulos ha vivido usted? Ha sido partícipe a título lucrativo del abominable negocio de la prostitución», le espetó hace diez días en las Cortes el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, sin que Sánchez haya dicho esta boca es mía sobre unos vínculos que, en cualquier democracia, imposibilitan llegar a la Moncloa y que, al corroborarse, supondría la dimisión inmediata de quien trata de blanquearse abogando por abolir la trata. Si el PSOE alardea de que expulsará a los militantes que hagan uso de la prostitución, ¿cómo puede comandar el partido —y menos el Gobierno— quien se benefició de ella? No puede demorarse la citación de la pareja ante la comisión del Senado.

No en vano, hay fundadas sospechas de que esas actividades habrían sufragado las amañadas primarias de 2017 bajo el «bancal de rosas» de una financiación colectiva que no fue tal, sino que sirvió para tapar unos excrementos a los que el Tribunal de Cuentas echó tierra encima con Santos Cerdán portando material de alguna obra adjudicada anómalamente. Ya advierte el protagonista de House of cards, Frank Underwood, de la mano de Oscar Wilde: «Todo es sexo. Excepto el sexo. El sexo es poder». Claro que, con la bajamar, aparece el pecio del exministro Montoro y las conchabanzas de la sociedad —¡ay los lobbies feroces!— que montó con su hermano para que Sánchez se enfeude en el «y tú más». Menuda época en la que, según Le Carré, «hay que ser un héroe para ser simplemente una persona decente».

En cierto modo, el matrimonio Sánchez Gómez evoca a la pareja «lobby» de House of Cards, Frank y Claire Underwood, confabulados para sacarse la espina de la frustración que les origina que el aspirante demócrata a la Casa Blanca le prometa la Secretaría de Estado si gana y luego se desdijera por considerarlo más útil como jefe de la mayoría parlamentaria. A partir del revés, ambos juzgarán que todo les está permitido no ya para resarcirse, sino incluso para suplir a quien les ha abofeteado sin manos. No hay barreras, ni límites, ni conciencia para un tándem en el que uno juega y otra hace jugar, pero siendo ésta última el talón de Aquiles del aparentemente invencible Frank.

«Nada es eterno, excepto nosotros», le escribe Frank a Claire cuando se encamina a la Casa Blanca hasta que todo explota. «Llevamos mintiendo mucho tiempo, Francis», le refiere ésta a quien le responde sin percatarse de que su par ya es su némesis: «Claro que sí. Imagina lo que pensarían los votantes si les dijéramos la verdad». «A ellos, no… El uno al otro», zanja Claire. Ello hace saltar por los aires la alianza que había satisfecho hasta esa hora las ambiciones de unos Ricardo III y Lady Macbeth contemporáneos imitados por los Kirchner españoles.

Atrincherado en el castillo de naipes de la Moncloa, seguro que Sánchez hace suyo el cínico mensaje electoral del personaje de House of cards: «Dicen que tenemos los líderes que nos merecemos. Yo creo que América se merece a Frank Underwood. Y en vuestro corazón, sabéis que tengo razón». Ergo, ¿se merece España a un presidente con el pasado y el presente de un ‘Underwood’ Sánchez con su sed de poder y de dinero? Una pregunta tal vez tardía por no fijarse en los zapatos de quien pisotea leyes y cocea el aguijón de sus críticos.