José Alejandro Vara-Vozpópuli
- El número 1 ha decidido jibarizar su agenda doméstica y acabar el año fuera de España, cuatro meses por las nubes mientras los jueces emiten autos con dinamita
No le vamos a ver el pelo. No pisará las calles nuevamente de este Madrid que lo detesta. Tampoco frecuentará el Parlamento, que tanto desprecia. El encuentro semanal con el Rey será vía telemática, nada de acudir a Zarzuela, cuan manda la tradición. Obviará obsesivamente su presencia en el consejo de Ministros. Está harto de esa panda de petimetres. En especial de Yoli, un volcán de envidias en permanente erupción. Piensa, como el Dios de H.G.Wells, que “estoy haciendo lo que puedo, pero realmente me ha tocado bregar con un material imposible”. Anuncian los augures una degollina en el Gabinete, que se prevé reducida. “Marlaska y pocos más”.
Después de las vacaciones más largas desde que aterrizó en La Moncloa, Sánchez se dispone a sobrevolar en el Falcon el último cuatrimestre del año. El Gobierno está catatónico, vacío de iniciativas o proyectos, salvo los de Bolaños para amanillar jueces y amordazar periodistas. Sin mayoría parlamentaria, ni pensar en Presupuestos o en leyes de enjundia porque los socios liliputienses de la caverna separatista se las tumba. Demasiadas derrotas en el Congreso le han convertido en un loser patético, un zombi en vías de extinción.
De ahí, la fuga. Su ejercicio favorito, como en Paiporta. Como en las sesiones de control. Como en los cinco días del retiro enamorado. Ha decidido jibarizar su ‘agenda doméstica’, como le dicen en la jerga los 1.200 asesores al Ala Oeste, y ensanchar hasta lo inaudito los compromisos en el exterior. Cuatro meses por las nubes. Un presidente en estado de Babia.
¡Que no le hablen de jueces, esos fachas con togas! Ya les dará su merecido. Ahora se trata de verborrear tan sólo sobre el criminal Netanyahu y las masacres de Israel. Con su fraternal Starmer, que se ha subido al carro de ‘los dos estados’. Y con Macron, recién incorporado al club del antisemitismo
Nada más volver de la playa, calmará el estrés postvacacional con un abrazote en Londres a Keir Starmer, su pareja en el tándem europeo del progreso, el penúltimo primer ministro de izquierdas que circula por occidente. Los pseudomedios británicos lo tienen calado. «La pesadilla socialista española» (The Telegraph). «No hay razón válida para que siga en el cargo» (The Economist). ¿El temario? Gaza y más Gaza. Mientras en España los tribunales avanzan en la ardua tarea de escarbar en la cochambre de Begoña, Cerdán, el hermanísimo y demás tramas merecedoras de una temporada entre rejas, el presidente ha de llenar las portadas con declaraciones sobre el genocidio . ¡Que no le hablen de jueces, esos fachas con togas! Ya les dará su merecido. Ahora se trata de verborrear tan sólo sobre el criminal Netanyahu y las masacres de Israel. Con su fraternal Starmer, que se ha subido al carro de ‘los dos estados’. Y con Macron, recién incorporado al club del antisemitismo, necesitado de árnica y de un consejero matrimonial. Albares, mientras le apaña a Zapatero y Pepiño una carretada de enjuagues sobre Huawei, ha diseñado al número 1 un apretado calendario de excursiones para mantenerlo lejos de casa y con opción a foto de portada junto sonrientes líderes y algún dictadorzuelo con los que tanto comparte.
Luego de la escala en Londres toca irse a Nueva York, a la asamblea de la ONU, casi una semana. Ya en octubre hay cumbre de la UE en Dinamarca así como los ordinarios, y por lo demás, estériles, consejos europeos en Bruselas. En noviembre se difuminará por Brasil, Lula o melhor amigo, en la cumbre del clima; en Colombia, lo propio entre la UE y Celac. Y tras Latam, a África, que no falte de ná, al jamboree de G20 en Johannesburgo (Sudáfrica), de la UE-Unión Africana en Luanda (Angola) y ya en diciembre, antes de irse a Doñana por Navidad, nuevas reuniones del Consejo europeo en Bruselas más un par de desplazamientos oficiales a países aún por cerrar. Marco Polo no lo hizo mejor.
Extramuros da el pego, parece un líder, es alto y habla inglés. En España es un apestado carapintada, rodeado de corsarios, machistas, puteros y esas charos complacientes
«El vegetal acopia energía, el animal amontona espacio y el hombre acapara tiempo», escribió Korzybski. Sánchez sólo busca acaparar tiempo. Días y días fuera de España, sin entrevistas, sin comparecencias, sin ruedas de prensa. Sólo declaraciones mitineras ante periodistas enmudecidos. Extramuros da el pego, parece un líder, es alto y habla inglés. En España es un apestado carapintada, rodeado de corsarios, machistas, puteros y esas charos complacientes. ¿Qué fue de Ana Redondo, ministra de Igualdad?
Y mientras tanto, su principal mentor, Zapatero, urde el ‘Frente Amplio’, que así lo llama, al estilo uruguayo, o Frente Popular, al ibérico modo, un invento desbordado de rencor para afrontar las elecciones del 27, que se prevén una cita feroz. El muro del 23-J se convertirá en una colosal muralla china contra ‘la ultraderecha’. Eso, claro, dando por bueno que los comicios se celebren en condiciones normales y bajo los parámetros de la legalidad, que motivos hay para dudar.
Sánchez se esfuma por el horizonte porque su patio interior apesta. Imposible afrontar el hedor que emana de las excavaciones de la UCO. No hay ejército de fiscales o legiones de abogados del Estado que puedan frenar semejante avalancha. Huyen despavoridos elementos claves de la Administración, y se esconden figuras señeras del régimen. Algunos saltan por la borda y otros se disfrazan de estatuillas. «Yo nunca estuve ahí. Yo no lo conocía. Yo no firmé nada». Las tribus del sanchismo, de una vileza inconmovible, se agrietan como hojas secas.
Inmigración y vivienda
Los sondeos anuncian movimientos colosales. La vivienda y la inmigración sacuden el tablero. Los menores de 30, sin pisos decentes ni salarios dignos, dan la espalda al rebaño del progreso, donde sólo pacen ya los anabelenes, almodóvares y demás artefactos de la cultureta oficial. Los más mayores (salvo grupos de temerosos de acomodados pensionistas), abjuran de los okupas y de la descontrolada invasión. Casi 9,5 millones de extranjeros en España. Y no todos son turistas.
El Marco Polo del Progreso tiene su Zapatero, que monta ya una estrategia, quizás inconstitucional, para no ceder los mandos. ¿Observadores internacionales en la jornada electoral? Puede que la derecha también necesite el suyo, como aquel zapatero (tuerto y honrado) del verdadero Marco Polo, que movió una montaña y salvó a cien mil cristianos del salvaje sarraceno. Aquí se trata de mover los votos y llenar las urnas. Este otoño a la fuga trae presagios del final de un tiempo trágico y despiadado. Así sea.