Iñaki Ezkerra-El Correo

  • Sánchez ocupa demasiado espacio en un álbum en el que siempre aparece solo

Es una imagen que se ha quedado clavada en el panel de nuestra memoria colectiva y que emerge una y otra vez en la marea de este ruidoso y furioso presente español: Sánchez en la cumbre de La Haya apartado de todo el grupo y mirando hacia la cámara con una medio sonriente cara de pan. El patetismo de aquel posado del 25 de junio resulta mortificante. Desde entonces, Sánchez no ha hecho otra cosa que intentar borrar, rebatir, neutralizar esa imagen de niño raro, que juega solo en el recreo, con esas otras fotos en las que estrecha la mano de António Guterres, de Bill Gates, de Trump… Desde entonces, el hombre va de plató en plató planetario, de la Asamblea General de la ONU a la Fundación Gates y de esta a la cumbre de Egipto como el turista que se hace selfis con todos los muñecos que pilla en un museo de cera, y hasta con los conserjes, para decir luego: «estuve ahí». Pero esa danza sin tregua por el fotomatón mindundial de la geopolítica mundial no borra la estampa dramática, contra la que lucha, de su desamparo cateto en la tarima atlantista en la que creyó que iba a dar la nota heroica y dio la de una ridícula soledad.

Creo que esa foto no ha sido glosada como merecía. Es la que ilustra su aislamiento internacional, que es también el de España, y que no se había escenificado de modo tan gráfico desde los últimos años del régimen franquista. Es la foto del tardosanchismo porque, aunque está sacada en un escenario ecuménico, solo es descifrable en clave interna, doméstica, nacional.

No. No es que esté en una esquina. Está aislado y separado del grupo por el medio metro de distancia. Yo no sé si se sentiría la estrella o el último de la clase, ese al que todos cubren por compañerismo y por el que pagan la gamberrada que ha hecho ante el profesor. Sé que queda para siempre su silueta extemporánea en aquel recuadro, como si hubiera sido recortada y pegada a modo de collage. Yo creo que le traiciona la estatura, el volumen, el espigamiento físico. En casos así, es mejor ser bajito y pasar desapercibido. El problema que tiene Sánchez es que ocupa demasiado espacio en un álbum en el que siempre aparece solo, como alguien que se ha colado en una boda. Le sobra cuerpo en esos escenarios donde no parece el gran deseado. Va y sale solo de la foto de la OTAN, de la de Egipto o del besamanos de la Hispanidad en el Palacio Real, solo, y repitiendo que llegará a 2027. Ya empieza a dar la impresión de que, si llega a ese año, lo hará sin partido, sin socios, sin nadie.

Volvamos a la foto de la OTAN. ¿Qué significa esa cara que parece la de Peter Sellers en ‘El guateque’? Yo creo que la clave de ese Sánchez falsamente impasible es que tiene el zapato en el estanque de la fiesta. Y no sabe cómo lo puede recuperar.