Elección de personal

ABC 18/01/14
IGNACIO CAMACHO

· El partido que presenta unos candidatos soberanistas no se puede sorprender de que acaben apoyando el soberanismo

Cuando Pere Navarro incluyó en las candidaturas del PSC a los tres diputados que el jueves apoyaron el referéndum de autodeterminación lo hizo para complacer a ese sector soberanista del partido que desde el tiempo de Maragall coquetea con la hoja de ruta del nacionalismo. Ahora que Mas ha echado el carro institucional por las piedras, el líder (?) de lo que queda de los socialistas catalanes pretende embridar a unos parlamentarios que siguen defendiendo lo mismo que preconizaban hace año y medio y que en ese sentido no han engañado a nadie. Al hacer las listas, Navarro sabía quiénes eran y cómo pensaban y por eso precisamente los metió en ellas. Entonces quería estar al plato y a las tajadas, hacerse el integrador con lo que los obreristas de la periferia de Barcelona llaman «los pijos de Sant Gervasi», los tardomaragallistas, y sostener el discurso de ambigüedad que ha llevado al desastre al antiguo eje político de Cataluña. El desafío secesionista le ha obligado a abandonar los casuismos y las contradicciones pero no puede quejarse de que los desobedientes continúen en el mismo sitio donde él los colocó para cubrirse de apariencias.

Tampoco puede negarles libertad de voto el mismo PSOE que se la pide al PP ante la ley del aborto. O admitimos el libre albedrío y la decisión en conciencia o no lo hacemos, pero no vale en unos casos sí y en otros no. Habrá que repetirlo las veces que sea necesario: los parlamentarios son por definición soberanos e independientes en conciencia, dueños de su escaño, y corresponde a los partidos que los presentan la responsabilidad sobre sus criterios de selección de personal. El que presenta unos candidatos soberanistas no se debe sorprender de que apoyen el soberanismo.

Para encauzar en una cierta cohesión esa dialéctica entre albedrío y obediencia, que es consustancial al propio mecanismo representativo, no hay más que una fórmula: se llama liderazgo e implica claridad de ideas, capacidad de persuasión, de convicción y de arrastre. El del PSC es bastante precario porque está formado sobre equilibrios inestables con importante disenso ideológico. La dirección de Navarro carece de suficiente fuerza prescriptiva y hasta ahora ha ido trampeando su falta de estrategia con fintas tácticas, pero la presión del bloque secesionista es demasiado potente para tratar de resistirla con devaneos. El episodio de los votos díscolos es consecuencia de un liderazgo inestable que hasta anteayer ha estado flirteando con el llamado «derecho a decidir» y que sólo ha reaccionado ante la inminencia de un comprometedor desafío categórico. El socialismo catalán tiene un problema de identidad y de doble alma que no ha resuelto. Y que no va a resolver mientras no entienda que hay ciertas circunstancias ante las que hay que apostar con determinación y sin ambages.