No pueden descartarse. El reloj no solo ha empezado a correr en Cataluña, y cuanto más tiempo deje pasar Sánchez más puede perder
En 1846 Richard Ford, considerado por Gerald Brenan como el “primer hispanófilo”, publicó en Inglaterra Gatherings from Spain. En España la editó Turner mucho después (1974) con el título Las cosas de España. Ford la escribió para aprovechar el material sobrante de su famoso Manual para viajeros en España y lectores en casa, producto de años de observación sobre el terreno. Sobre Las cosas de España dijo Azorín: “No ha sido escrito en el extranjero un libro más minucioso, más exacto, más sagaz, más analizador sobre España: pero tampoco más acre, más tremendo… No protestemos. El verdadero patriotismo debe desear estos libros”.
¿A qué se refería Azorín al utilizar términos como acre o tremendo? A esto, por ejemplo (pág. 16): “Alejados [los españoles] del enemigo común, inmediatamente vienen a las manos, sobre todo si hay botín para repartir (…); se ha neutralizado la vitalidad del noble pueblo, que tiene un corazón honrado y miembros fuertes, pero, como en la parábola oriental, necesita una ‘cabeza’ que dirija y gobierne. España es hoy, como siempre ha sido, un conjunto de cuerpos sostenidos por una cuerda de arena, y, como carece de unión, tampoco tiene fuerza y ha sido vencida en grupos sueltos”. Fin de la cita.
A Sánchez se le acaban las vías de escape, y tiene por fuerza que estar sopesando la opción de anticipar elecciones aprovechando la irrupción de Alvise y el fracaso de Sumar
“Un conjunto de cuerpos sostenidos por una cuerda de arena”. Han pasado 178 años desde que Ford escribiera esta frase y en todo este tiempo sólo ha habido un intento serio de convertir la arena al menos en cáñamo, el de la denostada Transición, y desde entonces nunca como ahora hemos estado tan cerca de ver la desintegración de la cuerda. Por eso el pacto alcanzado por PSOE y PP para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), siendo coyuntural, tiene un extraordinario valor. Después de años de choque frontal, los dos grandes partidos se ponen de acuerdo para restaurar uno de los contrafuertes que sostienen nuestra democracia y que amenazaba ruina.
¿Que lo han firmado porque no hacerlo ya era la única decisión que ninguna de las partes se podía permitir? De acuerdo. ¿Que no ha sido el “estropicio” provocado en un servicio público esencial el acelerador principal del pacto, sino el desgaste que la intolerable situación de bloqueo ocasionaba a Sánchez y a Feijóo? Es lo más probable. ¿Que el final de este desafortunado y dilatado episodio no está escrito, y podemos encontrarnos con desagradables sorpresas en el último escalón del compromiso (la reforma del modelo de elección de los vocales del Consejo)? No es descartable. Y, sin embargo, todo eso queda en un segundo plano frente al beneficio obtenido.
Feijóo gana la batalla del espacio
Ciertamente, este ha sido un acuerdo a empellones. Pedro Sánchez se había quedado sin argumentos frente a sus colegas europeos y a Núñez Feijóo le empezaba a supurar el grano del Cegepejota. Sánchez entregó la cuchara el día que aceptó la mediación de la Comisión, paso que situaba el listón de la pulcritud muy por encima de las maniobras partidarias. Y el líder del PP no tenía otra salida que aceptarla, la cuchara, por grande que fuera su temor a Vox y a un sector de su propio partido. Desde ese momento, la negociación se centró en afinar el cómo, el cuándo y la discrepancia, de modo que no hubiera ganador ni perdedor claro. Y les ha salido bien.
Mejor a Feijóo, quien arranca al Gobierno, con la Comisión como testigo, un paquete de medidas que favorecen la despolitización de una Justicia en niveles de colonización desconocidos. Junto a ello, con este pacto de Estado el líder del PP gana la batalla (interna y externa) del espacio político, somete a los nostálgicos que sueñan con el retorno a la casa madre de un hijo pródigo que no tiene la menor intención de volver (Vox) y, convencido de que ya no hay nada más que rascar en el terreno que hoy ocupan los de Santiago Abascal, parece haber fijado como eje primario de su estrategia, ya sin complejos, la consolidación de un partido liberal-conservador nítidamente europeísta y alejado de la derecha más radical. Único modo de que, algún día, reconsideren su voto el millón de electores que el 23 de julio de 2023, a última hora, y tapándose en muchos casos la nariz, eligieron la papeleta del PSOE dejando a Feijóo sin despacho en La Moncloa.
El final no está escrito. Aún podemos encontrarnos con desagradables sorpresas en el último escalón del compromiso: la reforma del modelo de elección de los vocales del Consejo
Sánchez por su parte, parece haber asimilado con este cambio de guion varias realidades, algunas incontrovertibles: 1.- Con el independentismo no se puede contar; 2.- O el próximo presidente de la Generalitat se llama Carles Puigdemont o habrá repetición electoral en Cataluña; 3.- Sin números en el Congreso de los Diputados no hay ninguna posibilidad de sacar adelante los presupuestos de 2025; 4.- Cuando la maquinaria judicial se pone en marcha, no hay forma de pararla, y ese es un frente con una elevada capacidad de abrasión política y personal. Traducido: el presidente del Gobierno se está quedando sin vías de escape, y tiene por fuerza que estar sopesando la opción de anticipar elecciones, haciéndolas coincidir con las catalanas si estas se repitieran.
Cherchez la femme
¿Es este el mejor momento para echar un nuevo órdago electoral a los españoles? Pues depende. Pongámonos en el lugar de los responsables del laboratorio de ideas monclovita:
1.- Con sus retribuciones al día, pensionistas y funcionarios, almacén principal de voto socialista, están razonablemente contentos.
2.- En la derecha ha aparecido un competidor correoso, Alvise Pérez, quien, como ha señalado el catedrático de Economía Jesús Fernández-Villaverde, si se presentara a unas próximas generales sin haberse desvanecido como oferta política sí podría influir en el resultado final.
3.- Es un error analizar el acuerdo del CGPJ como un hecho aislado. Habrá más dentro de un mismo bloque estratégico. Parece que el presidente se prepara para entrar en una nueva dimensión. Desde su faceta más ecléctica, y tras recordarle a Feijóo en el Parlamento que lo importante es cumplir con la Constitución, lo que puede pretender ahora Sánchez es revelarnos que debajo de la careta hay un rostro de verdadero hombre de Estado (hacer de la necesidad virtud), quizá proclamando, de entrada, que no está dispuesto a aceptar más chantajes de los independentistas.
4.- En línea con esa metamorfosis, podría arriesgar un movimiento hacia posiciones más templadas sin miedo a que Sumar, en proceso de rápido desmoronamiento, esté a corto plazo en condiciones de plantearle demasiados problemas por su izquierda.
En definitiva: La cuerda resiste, pero el pacto con el PP refuerza la posición de los republicanos (ERC) contrarios a apoyar un gobierno de Salvador Illa en Cataluña. Puigdemont quiere ser presidente de la Generalitat. Sin los votos de Junts y Esquerra no hay paraíso; ni presupuestos. Abascal y Alvise no se lo van a poner fácil a Feijóo. Los procedimientos judiciales que afectan al círculo del presidente van a tardar en sustanciarse. ¿Elecciones anticipadas? En mi opinión, es lo más probable, porque cuanto más tiempo deje pasar Sánchez más puede perder. La duda que empieza a abrirse paso: ¿Se atreverá él a ser de nuevo el candidato? Cherchez la femme.