ABC 06/05/16
IGNACIO CAMACHO
· El recuento de junio esconde una posible sorpresa. Y no está en el cómputo de los votos, sino en el reparto de escaños
LAS próximas elecciones se van a volver a regir por un sistema binario. El bipartidismo no se ha roto, se ha desdoblado. Caducada por falta de consistencia la dialéctica entre continuidad y cambio –la llamada «nueva política» ha envejecido cuatro décadas en cuatro meses–, el combate electoral retorna al enfrentamiento de bloques ideológicos, derecha contra izquierda, sólo que ahora cada uno de ellos está subdividido en dos fuerzas que se disputan el mismo espacio. Se trata de masas compactas e impermeables entre sí, con una única zona porosa entre el PSOE y Ciudadanos, franja fronteriza donde las encuestas detectan un cierto trasvase de votos. El resto de los movimientos se produce en el interior de cada bando, por lo que en términos cuantitativos no cabría esperar grandes alteraciones en la correlación final de fuerzas. Y sin embargo…
Sin embargo el recuento de junio esconde una posible sorpresa, capaz de desempatar el resultado. Y no está en el cómputo de los votos, sino en el de los escaños. En la ley D´Hondt y en su discutido mecanismo de atribución proporcional. La novedad tiene que ver con la desaparición del quinto partido nacional, Izquierda Unida, que al subsumirse en las listas de Podemos puede desequilibrar de forma sensible el mapa parlamentario. Si los pronósticos demoscópicos se cumplen en términos aproximados, la coalición de izquierda radical puede rebañar mediante el reparto de los cocientes una cuota significativa de diputados.
En el fondo de muchas circunscripciones siempre hay algún escaño bailando a expensas de los célebres restos, que se dilucidan en diferencias mínimas de apenas unas decenas de sufragios. En las más pequeñas, la hegemonía bipartidista los asignaba por método diádico debido a la gran desproporción entre los dos primeros partidos y el siguiente, pero al irrumpir una tercera candidatura fuerte optará de manera automática al reparto. Por ejemplo, en las provincias castellanas con tres representantes, que hasta ahora solían ser del PP (dos) y del PSOE (uno), la lista de Podemos-IU tendrá serias posibilidades de llevarse el último. Y en virtud de los cocientes lo lograría, ojo, a costa del mayoritario, es decir, del Partido Popular, estableciéndose así unos vasos comunicantes inesperados. Un fenómeno por el que la derecha, conservando e incluso incrementando sus votos, puede perder algunos diputados.
A poco que ese efecto se reproduzca en una decena de provincias, el bloque de la izquierda obtendrá un avance decisivo en términos binarios. Tal vez no suficiente para provocar un retroceso de los socialistas al tercer puesto, pero sí para sobrepasar en conjunto al centro-derecha y acercar la mayoría frentepopulista. Esa era la razón por la que Pablo Iglesias decidió forzar la repetición de los comicios. Lanzarle a Rajoy un salvavidas pinchado.