Diego Carcedo-El Correo
- Pedro Sánchez escuchó en el congreso del PSOE aplausos de una intensidad que no recordaba
Parece que Pedro Sánchez salió muy reconfortado del congreso que la mitad activa del centenario PSOE celebró este fin de semana en Sevilla. Escuchó aplausos de una intensidad que no recordaba, los centenares de participantes dieron la impresión de que el partido está unido y, eso sí, la ausencia de representantes tan significativos como Felipe González o Alfonso Guerra nadie la echó de menos. El presidente intentó parecer eufórico en todo momento y no le faltaban razones. Se le reconoció el victimismo, prácticamente nadie levantó la voz para llamar la atención del Gobierno sobre algunos asuntos graves ni mucho menos para recordar los nombres tabús que, parodiando sus palabras, enfangan la situación política: desde el fiscal general del Estado, García Ortiz, hasta algunos miembros muy allegados de su propia familia. En cambio, si se expresaron críticas a los jueces que, según algún líder, se entrometen en los asuntos políticos para desestabilizar.
Tampoco se mencionó todo el embrollo del comisionista Víctor Aldama, que no para de denunciar sobornos, y sus adláteres encabezados por el exministro José Luis Ábalos o Koldo García; ni por supuesto el del último, de momento, principal peligro para la tranquilidad en la Moncloa, Juan Lobato, que lejos de someterse a la férrea disciplina que se pretende imponer en el partido, se ha convertido en el principal enemigo.
Apenas Page, el presidente de Castilla-La Mancha, expuso algunas críticas tibias a una gestión volcada en asuntos como la amnistía a Puigdemont o el olvido de los problemas que más inquietan a la mayor parte de los ciudadanos, desde la escasez de viviendas hasta el encarecimiento de la vida. Tampoco se suscitó la necesidad de encontrar soluciones para el desempleo y la afluencia de inmigrantes ilegales. La crítica reiterada a la oposición democrática y a la prensa acusada de difundir la verdad ocuparon muchos minutos de los intervinientes. El tema subyacente estuvo ocupado por la defensa de la actuación de Sánchez en estos años que encabeza el poder, sin reparar al respaldo que le sustentan cinco partidos independentistas que pretenden dividir a España en parcelas y la promesa de seguir así otros tres años a los que se sumarán la siguiente legislatura.
El verbo dimitir no se manejó en los debates, condescendientes con la situación que atravesamos aunque algunos se quejaban en voz baja. Entre otros miembros activos de la militancia eufóricos si se comentó la necesidad de empezar a trabajar con vistas a los casi tres años que faltan para que tengamos que volver a votar: «2027 está ahí. Y estas cosas exigen empezar a trabajar, nada de dormirse».