Editorial, EL CORREO, 5/10/12
Las candidaturas a los comicios vascos deben ser claras en sus ofertas y posiciones
La campaña para las elecciones autonómicas del próximo 21 de octubre ha comenzado oficialmente hoy, aunque se inició en realidad a principios del pasado mayo, en el momento en que caducó la entente entre el PSE-EE y el PP vasco por el ‘Gobierno del cambio’ y arreciaron las demandas de un adelanto electoral. Paradójicamente el fruto principal del acuerdo alcanzado entre Patxi López y Antonio Basagoiti –el fin de la impunidad en la que el terrorismo etarra y sus adláteres parecían perpetuarse– ha desembocado en el regreso institucional de una izquierda abertzale que no ha necesitado demostrar su carácter democrático, condenando o censurando la trayectoria etarra, para acceder a su blanqueo legal. El electorado vasco está llamado a concurrir a las urnas en unos comicios ante los que ninguna opción se siente excluida, postergada o en inferioridad de condiciones. La convocatoria más libre desde el restablecimiento de la democracia. Sin embargo la certificación democrática de las elecciones del 21 de octubre no solo depende de que su desarrollo se vea libre de la coacción etarra. Exige también que ninguna candidatura ose reclamar el voto prometiendo, a cambio, asegurar el final de la violencia. La disolución de ETA debe ser un horizonte y un requisito inexorable respecto al que las formaciones que concurren a los comicios autonómicos renuncien a especular y a actuar de manera connivente y ventajista, como tiende a hacerlo la izquierda abertzale. A partir de ahí las distintas candidaturas han de ser claras a la hora de exponer sus propósitos respecto al futuro del autogobierno vasco, cuando menos en lo que respecta a los próximos cuatro años. Se trata de una obligación que atañe especialmente a las formaciones nacionalistas. Porque constituiría un fraude electoral imprimir un cambio de ritmo soberanista en medio de la legislatura o a tenor de una ‘acumulación de fuerzas’ que no sea ofertada como tal. Las formaciones que aspiran a obtener escaños en la Cámara de Vitoria deben mostrarse igualmente claras en cuanto a sus alternativas frente a la crisis financiera y a sus efectos sobre nuestro Estado del bienestar. El maniqueísmo generado en torno a los recortes y reformas del Gobierno Rajoy puede acomodar a los discrepantes sin matices frente a sus defensores a ultranza. Pero nunca fue tan necesario buscar la virtud en un punto medio al que nadie parece adscribirse ante la polarizada inercia electoral. Sin embargo la sociedad vasca demanda una alternativa equilibrada entre ajustes y crecimiento, entre austeridad y cobertura social.
Editorial, EL CORREO, 5/10/12