ABC 24/03/16
LUIS VENTOSO
· ¿Va Europa a resignarse a una matanza cada tres o cuatro meses?
EUROPA ya vivió hace una década dolorosísimos ataques similares (2004 en Madrid y 2005 en Londres). El agravante ahora es que la cadencia de la violencia nihilista islámica contra las capitales europeas se está acelerando. El 7 de enero del año pasado se produjeron los tiroteos contra «Charlie Hedbo», con dieciocho muertos en París. Tras la masacre, los líderes europeos se manifestaron en la capital francesa cogidos de la mano (¿por qué se manifiestan quienes precisamente deben protegernos?). Hollande lanzó ardorosas proclamas bélicas. Obama, dotado actor, soltó cuatro frases sentidas, políticamente correctas y totalmente huecas, sin traducción práctica alguna. Por supuesto todos fuimos Charlie, en una ola universal de ternura solidaria. ¿Qué pasó después? A final de año, en noviembre, la escalada fue a más: otra vez París y con 137 muertos. Ahora golpean en Bruselas, cuando solo han transcurrido cuatro meses, y asesinan a 31 personas. Por medio, matanzas de turistas británicos en Túnez, de rusos en un avión, en Estambul…
Desde que los estadounidenses nos salvaron de Hitler, los europeos les hemos arrendado nuestra defensa. Pero Obama, un presidente pusilánime y también realista, observó que la todavía primera potencia ya no poseía fuelle económico para la gendarmería mundial y ordenó un atolondrado repliegue. Europa se encontró sola, de bruces frente al problema: Daesh ya está en Libia, a una hora de vuelo de Roma, y un gran éxodo nos anega por la fractura Siria e Irak. ¿Y qué hace Europa? Pues el avestruz y reforzar su policía. Pero eso no basta ante tan colosal desafío.
En paralelo se combate en el escenario que realmente mueve el mundo, el de las ideas. Los valores europeos son las luces, la democracia y –aunque el buenismo progresista no se lo crea– sobre todo la raigambre judeo-cristiana. A ellos se enfrentan grupos integristas bien organizados y anclados en el Medievo mental, que desprecian unas sociedades que consideran impías, permisivas y decadentes. Ese resentimiento fanático, cuya propagación tanto han sufragado nuestras queridas plutocracias petroleras, acaba ganándose a minorías de jóvenes musulmanes nacidos ya europeos.
Tras los atentados contra «Charlie», una encuesta poco atendida de la BBC reveló que el 27 por ciento de los musulmanes británicos sentía simpatía por el ataque contra la revista, que consideraban sacrílega. Otro sondeo aseguró que el 19 por ciento de los musulmanes del Reino Unido eran comprensivos con sus jóvenes que viajan a alistarse en Daesh.
Dos inmensos problemas: un Estado terrorista promociona ataques en nuestras capitales y se va acercando a nuestra orilla sur; y un grupo creciente de musulmanes europeos abominan de los valores de libertad de los países que los han acogido. Atajar ese doble envite exige empuñar la espada y la pluma, y también ayudar al desarrollo económico de los países rotos. Pero Europa se muestra fatigada y adocenada para dar tan ardua batalla. Es más, se dedica poner a parir sus principios y su democracia (véanse Podemos y otros populismos infecciosos); y como advierte un amigo mío: lo malo de la autocrítica es que los demás al final se la creen.
El miedo ha llegado para quedarse largo tiempo.