José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- La mejor definición de González es la de Varela: «Laico en lo ideológico, ultracompacto en lo estratégico y ultraflexible en lo táctico»
El mayor referente de la transición y de sus valores es Felipe González. Pudo serlo plenamente también Juan Carlos I, pero, aunque la historia reivindicará su faceta estadista, la sociedad española no está en condiciones de reconocerle que jugó un papel esencial en el tránsito del franquismo a la democracia. El presidente que mejor comprendió la función integradora de la monarquía parlamentaria quizás fuese el exsecretario general del PSOE y el que más tiempo se ha mantenido en la presidencia del Gobierno de España: 13 años ininterrumpidos.
El martes día 25 se presenta en el auditorio de Abante (Plaza de la Independencia, 6) a las 19:00 horas, el libro ‘Por el cambio’ de Ignacio Varela. El colega y amigo ha estado trabajando durante muchos meses en desentrañar la década más brumosa históricamente del PSOE: la que va de 1972 al 28 de octubre de 1982, que culmina con aquella victoria «plebiscitaria» —como bien la adjetiva Varela en su libro— en la que el socialismo español se instaló en el poder con 202 escaños, un triunfo que nadie después ha logrado igualar.
El relato de Ignacio Varela —una interpretación histórica, con rasgos ensayísticos en los que no faltan tampoco trazos autobiográficos— es crítico para entender la encarnadura del liderazgo de González y cómo moldeó a un PSOE desdibujado y sin energía en los años previos a la muerte de Franco. El autor, analista y sociólogo estuvo esos diez años, y luego muchos más, en la sala de máquinas del PSOE y su testimonio es de cargo.
Varela define a Felipe González con unos brochazos realmente felices: «Laico en lo ideológico, ultracompacto en lo estratégico y ultraflexible en lo táctico». En libre traducción que no he consultado con el autor, entiendo que connota al expresidente del Gobierno como un hombre con un nivel ideológico que no le restaba racionalidad y que podía ser flexible en lo táctico —aquello que es inmediato y secundario— pero por completo determinado en el logro de los objetivos estratégicos. Creo que es la mejor definición que he leído de González
No es políticamente correcto elogiar al expresidente socialista. Importa poco. Sin dejar de considerar sus errores, fue él quien dotó de proyecto histórico al socialismo español en la nueva democracia española, el que lo reconstruyó, con hombres y mujeres de la envergadura de los que desfilan en el libro de Ignacio Varela, y el que entendió perfectamente de qué iba la transición que el autor sintetiza con especial acierto de la siguiente manera: «El tránsito a la democracia se hizo posible cuando los hijos de los vencedores de la guerra comprendieron que la libertad valía más que su victoria y los hijos de los perdedores aceptaron que la libertad valía más que la revancha». Así lo entendió Felipe: esa fue su memoria histórica y la de las generaciones centrales de la transición.
Sin dejar de considerar sus errores, fue él quien dotó de proyecto histórico al socialismo español en la nueva democracia española
El socialismo de Felipe González —sin duda el cofundador del PSOE— entendió así la transición y ese fue su proyecto desde que llegó al poder en 1982. Ese PSOE del sevillano no es el actual y se le reprocha que acudiera al 40º Congreso del partido en octubre del pasado año, se le reprocha —y en términos incluso insultantes— que acudiera el pasado lunes en Ferraz a la exposición conmemorativa del cuadragésimo aniversario de la victoria electoral de 1982 y se le reprocha que acuda al mitin de Sevilla el próximo 29 de octubre. Es una recriminación injusta porque González proyecta el mensaje que quiere con su expresión facial y con sus palabras, y carga con la coherencia que otros no han tenido: el PSOE es su partido y un abandono, o un desistimiento, sería una victoria de incalculable valor para aquellos revisionistas de hogaño que creen ser el alfa y la omega de la socialdemocracia cuando antaño González la convertía en referencia europea.
En trece años de gobierno, González —como antes Suárez y después Aznar— cometió seguramente muchos errores, pero sus aciertos —que ahora no se glosan, se desdibujan y hasta se desprecian— fueron vertebradores de la democracia española. La España de 1982 era un país asustado por lo que acababa de ocurrir —el 23-F— pero que apostó por un salto histórico: hacer regresar a la izquierda perdedora de la Guerra Civil al poder, en convivencia con la monarquía parlamentaria, un sistema territorial autonómico y una cuestión militar pendiente de resolver.
González proyecta el mensaje que quiere con su expresión facial y con sus palabras, y carga con la coherencia que otros no han tenido
El libro de Ignacio Varela es una crónica que describe ese proyecto y a sus protagonistas y, en particular, a González, pero sin olvidar ni a uno solo de los que hicieron que González fuese posible. Y si este libro hubiese sido siempre necesario para el fondo de armario de la historia política española, la secretaría general del PSOE que ahora ostenta Pedro Sánchez lo convierte en una pieza imprescindible.
En la presentación de la obra, que generosamente Varela me ha invitado a compartir, recuperamos la visibilidad de Javier Fernández, expresidente de la Junta del Principado de Asturias y expresidente también de la gestora que dirigió el partido entre la renuncia de Pedro Sánchez (octubre de 2016) y su regreso a la secretaría general (junio de 2017), es todo un acontecimiento político. Porque vuelve otro protagonista del mejor PSOE: aquel que se resistió dignamente a que sucediera lo que ahora está sucediendo.