Ignacio Camacho-ABC
- Los debates binarios son una patología política que contamina de fobia antagonista todos los órdenes de la vida
Rebélate: en la dialéctica de los extremos no tienes por qué elegir bando. Puedes y debes negarte a elegir puntos de vista predeterminados. No estás obligado a alinearte si ello significa alienarte y renunciar a la búsqueda de tu propio espacio, sea en el debate entre catastrofistas y negacionistas, que ha suplantado a brochazos al de los apocalípticos y los integrados que le leías a Umberto Eco en tus años universitarios, o en cualquier otro de los que tratan de simplificar la complejidad del mundo contemporáneo a base de reduccionismos esquemáticos. No temas que te llamen tibio o moderado -quién iba a decir que esta palabra se convertiría en un insulto- por intentar ser sensato o por no comulgar con las ruedas de molino del pensamiento binario. Eres libre para razonar por tu cuenta, para formar tu opinión y decantar tus ideas al margen de apriorismos y tutelas, para rechazar las etiquetas con que quieran encajarte en una u otra trinchera.
A menudo lo que llaman guerras culturales no son más que batallas de improperios, por lo general resueltas con el método del denuesto, la cancelación y el linchamiento. El sectarismo achica cada vez más el terreno a todo esfuerzo por encontrar matices o términos medios. Plántate, no aceptes dogmas basados en simples creencias o sentimientos, en proclamas populistas, en mitos modernos, en teorías conspirativas, en prejuicios mal encubiertos o en apropiaciones indebidas de la autoridad para decidir lo que es malo o bueno. La realidad es de colores, no en blanco y negro. Desconfía de los gurús doctrinarios que blanden su ideología como un nuevo evangelio y utilizan significantes concretos como contraseñas para reconocerse entre ellos. Te quieren unívoco, estanco, compacto, impenetrable a la duda y la contradicción, feligrés sin fisuras de su credo esotérico. Te necesitan así para convertirte en un peón de su siniestro juego de mutuos enfrentamientos. Por eso han estigmatizado el mestizaje de conceptos y creado un halo de desdén sobre el razonamiento ecléctico: no pueden mandar sobre quien se acostumbra a correr el riesgo de reflexionar, analizar y determinar su propio criterio.
Y por eso también es más necesaria que nunca la resistencia a ese empeño de dividir el mundo en convicciones maniqueas. Da igual que seas de izquierdas o de derechas; la cuestión es tu libertad para decidir lo que piensas sin atenerte a consignas ajenas, sin miedo a salir del rebaño ni a transgredir fronteras, sin que nadie te amenace con una sentencia de exclusión políticamente correcta o incorrecta. La polarización no sólo es una patología política: se ha transformado en un virus mental y emocional que contamina todos los órdenes de la vida. Y si no somos capaces de abrir terceras vías convertiremos la existencia cotidiana en un perpetuo conflicto de fobias antagonistas. Tú verás si te gusta esa perspectiva.