Juan Carlos Girauta-ABC

  • El único límite será la ley, como debe ser. En el ágora, todos identificados y sin ‘bots’

Lo notable no es que sea el hombre más rico del mundo, sino que haya llegado ahí a pulso, alzándose cada vez sobre sus anteriores consecuciones, y que todas ellas posean la rara característica de revolucionar algún sector clave de la industria, un sector estratégico que, tras su irrupción, nunca volverá a ser el mismo, y siempre para mejor. Entendiendo por mejor no lo que a uno le parezca sino lo que objetivamente contribuye a facilitar la vida a la gente, a descarbonizar la atmósfera, a impulsar el avance de la ciencia y la tecnología. Ahora apuesta a lo grande por la libertad de expresión, valor fundacional de la democracia liberal erosionado en los últimos años por nuevas formas de censura que la cultura hegemónica ha conseguido vender como progreso, como equidad, como justicia reparadora.

Obviando sus sorprendentes iniciativas de infancia (Musk programaba con pantalón corto) y de juventud, con el cambio de milenio nuestro hombre adapta la forma de pago a la era internet y PayPal pasa rápidamente a cotizar en Bolsa. Cuando cualquier otro genio precoz de tales ambientes se habría retirado a gozar de su fortuna y de sus rentas, él funda una empresa para la exploración espacial, nada menos. SpaceX empieza a diseñar naves, cohetes, y tiene la vista puesta en los viajes tripulados a Marte. Con Starlink lanza satélites destinados a proveer de cobertura de banda ancha al planeta entero a un coste muy inferior al que la tecnología ha permitido hasta ahora. Algo que dejará obsoleto y sin sentido alguno el despliegue global de antenas. Con Tesla lidera la venta de coches eléctricos, conmocionando otro gran sector industrial estratégico y marcando el paso a todas la grandes firmas en una transición ecológica por fortuna inevitable.

De la cabeza privilegiada y del trabajo de Elon Musk han surgido un puñado más de empresas revolucionarias, todas marcadas por la feliz ambición de hacer la vida de todos más fácil, más limpia y más libre. Solo por citar una de ellas, Neuralink tiene expectativas sólidas de conferir en el futuro autonomía a personas condenadas a la inmovilidad.

Ese es el hombre del que estamos hablando. Muchos otros han tenido el mundo en la cabeza. Solo algunos elegidos han materializado grandes proyectos en la historia. Musk apunta a enderezarlo todo: las infraestructuras, la automoción, las telecomunicaciones, la aventura espacial, la inteligencia artificial, la neurociencia. No es de extrañar que, ante la evidencia de la conversión de Twitter en ágora mundial, desee dejar también ahí su impronta. Los dueños de la hegemonía cultural están que trinan: se acabaron los algoritmos sesgados. Se acabó que unos cuantos tipos ideologizados y endiosados decidan qué es verdad y qué merece censura. El único límite será la ley, como debe ser. En el ágora, todos identificados y sin ‘bots’. Eso dice que va a hacer el hombre que suele hacer lo que dice.