José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 18/6/2011
España se ha convertido un barrizal de gritos, agresiones, desorden callejero, demagogia y populismo. Cuando todo se sabe perdido deja de importar, incluso, la reputación del país aunque su riesgo en los mercados aumente en progresión geométrica. Si en ese escenario es en el que quiere moverse el candidato socialista, a fe que lo está consiguiendo.
Llamó la atención que Felipe González, en sus amplias declaraciones a la cadena SER el pasado jueves, junto a opiniones razonables y compartibles en relación con el 15-M y la emergencia de Bildu, se mostrase populista y bordease la demagogia en aspectos cruciales de la realidad por la que atravesamos. González asumió y desarrolló el discurso según el cual los mercados deben subordinarse a la política; la responsabilidad de la crisis es del sistema financiero; la oposición hubiese manejado la crisis mucho peor que el actual Ejecutivo y el presidente Zapatero “es el mejor Zapatero que hemos visto”.
El lunes pasado, tanto el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez como los secretarios generales de UGT y CC OO, descargaban la responsabilidad del desempleo sobre la banca en unas declaraciones que la vicepresidente Salgado trató débilmente de matizar. Mientras, los grupos del 15-M impedían desahucios judiciales en Madrid, Parla y Palma, bloqueaban de modo agresivo -al modo borroka según la Generalitat- el Parlamento de Cataluña y arremetían en Valencia contra el acto de investidura de Camps. Poco antes, el alcalde de Madrid y su familia eran acorralados y verbalmente agredidos en el portal de su domicilio por un supuesto colectivo homosexual que en realidad, y como escribió Rodrigo Ruiz Gallardón, hijo del edil, era una “protesta que seguía una línea torcida y desvirtuada del movimiento 15-M” y propugnaba que este fenómeno debe “defenderse de sí mismo”. De estos acosos no se ha librado ni el Príncipe de Asturias, recibido el jueves en la Complutense al grito de “Borbones a los tiburones” y “queremos un pisito como el del principito”.
Para completar el cuadro hay que subrayar que los empresarios agrupados en la CEOE se negaron a suscribir un acuerdo con los sindicatos para reformar la negociación colectiva, mientras que las diecisiete grandes compañías españolas asociadas en el Consejo Empresarial para la Competitividad enviaban a la Moncloa propuestas sobre este asunto y otros -como la indexación de los salarios a criterios de productividad- que no han sido admitidas ni por el Gobierno ni por los sindicatos, que estiman que los empresarios se han negado a un acuerdo ante la inminencia de un gobierno del PP. Esta falta de sintonía dificultará la convalidación de decreto ley en el Congreso que ha de votarse con la imposición de un techo de gasto a las autonomías. De tal manera que la cercanía entre los más importantes gestores de las empresas españolas y el Ejecutivo, especialmente Zapatero que los convocó hasta en dos ocasiones de forma casi asamblearia, se ha transformado en un sobrevenido recelo y en una creciente desconfianza. Alentada, además, por el hecho de que el candidato Pérez Rubalcaba desea ir desanudando cualquier tipo de compromiso que condicione su discurso.
En este cuadro de situación no puede obviarse que Zapatero declaró el martes pasado que no le preocupaba la deriva del movimiento del 15-M, mientras en Barcelona eran agredidos hasta físicamente diputados autonómicos; manifestación coherente con otra anterior del presidente en RNE según la cual, de haber sido un joven en esta segunda década del siglo, él hubiese estado en la Puerta del Sol con los ‘indignados’. Complementariamente, el vicepresidente del Gobierno y ministro del Interior no se pronunciaba de manera tajante y nítida sobre las acciones callejeras de los ‘indignados’ hasta el jueves, prometiendo actuar allí donde su departamento tiene competencia (es decir, no en Cataluña ni en el País Vasco). Declaraciones que han tardado en llegar: cuando las tropelías callejeras más inadmisibles ya se habían consumado, aunque queda por ver como se conducen las manifestaciones de mañana, que el movimiento 15M asegura serán masivas, no sólo en Madrid sino en muchas ciudades españoles, contra el Pacto del Euro, en lo que parece constituir la representación de un definitivo desafío anti político al sistema (las marchas ya se conocen como las del 19-J).
La familia Botín, ¿en la estrategia demagógica del Gobierno?
La traca final -de momento- de este giro desertor de la autoridad del Gobierno en materia de orden público y preservación de los derechos civiles y de este quiebro demagógico gubernamental contra los “banqueros” y los “ricos”, se produjo el jueves con la comunicación pública de la incoación por un Juzgado Central de la Audiencia Nacional de diligencia previas para investigar preventivamente si la totalidad de la familia Botín había realizado correctamente o no las declaraciones complementarias por depósitos de dinero y valores realizados entre 1936 y 1993 por el padre del presidente del Santander en el banco HSBC en Suiza tras huir de la República y la incautación de su entidad. El fiscal no aportó sospecha fundada de la presunta comisión, ni cifró por aproximación cuotas defraudas. Ha tirado a voleo. De los otros más de seiscientos contribuyentes con cuentas en el HSBC nada se ha conocido y algunas informaciones aseguran que sólo media docena han pasado a la jurisdicción penal.
Sorprendentemente, el fiscal trasladó la documentación al juez Andreu por la extraña imposibilidad de la Agencia Tributaria de contrastar la corrección de las declaraciones complementarias realizadas, dado el “ingente” volumen de la documentación que, además, está escrita en “inglés y francés”. Ante el riesgo de que se produjese una prescripción respecto de las declaraciones desde 2005, el fiscal decidió -sin duda con el nihil obstat de Cándido Conde Pumpido– que había que matar moscas a cañonazos y poner en un brete a la familia Botín, que además de ingresar la cantidad citada de 200 millones de euros, ha estado de forma permanente a disposición de la Agencia Tributaria. Y era conveniente hacerlo el día anterior a la Junta General del Banco Santander, celebrada ayer en la capital cántabra y en la que no faltaron tampoco los omnipresentes indignados. O sea, un gesto muy de izquierdas para quien tuviera dudas de la militancia ideológica de este PSOE.
Imposible no olfatear una clara intencionalidad política en la maniobra del fiscal. La alternativa a esa sospecha sería altamente improbable: que la Agencia Tributaria es una instancia poco capaz y nada competente para hacer su trabajo. Llevar el apellido Botín a los tribunales con un fundamento penal tan absolutamente frágil y “a prevención” como afirma el propio juez, contribuye de manera sonora, polémica y “ejemplarizante” a demostrar las tesis más demagógicas de un Ejecutivo y de un partido que han perdido las referencias de la sensatez y la responsabilidad. Y en lo que significa Emilio Botín, en tanto que presidente de una de las entidades financieras más importantes del mundo, ciscarse en la defensa de la marca España que está ya crujida en los mercados como en los peores momentos de la crisis económica. Tres grandes periódicos anglosajones no desaprovecharon ayer la ocasión de magnificar la noticia con lo que ello comporta para la reputación de la más grande de las entidades financieras de España y de Europa.
Mariano Rajoy observa este panorama desde el puente de una seguridad en la corrección de su estrategia, cauta y medida, que va a resistir las “quinientas pieles de plátano” que van a ponerle en el asfalto político los estrategas del PSOE tratando de rescatar al partido de la previsible catástrofe electoral. Lo que ocurre en España estas semanas, por acción y por omisión del Gobierno, busca el objetivo de crear confusión y sentimientos de inseguridad y desconcierto -tratando de enviar el mensaje subliminal de que con la derecha sería peor- y es una estrategia muy propia de la rabia que deriva del fracaso. Recuerda a esos clubes de futbol que riegan el terreno de juego hasta embarrarlo para que el adversario no pueda rodar el balón.
Así que España se ha convertido un barrizal de gritos, agresiones, desorden callejero, demagogia y populismo. Cuando todo se sabe perdido deja de importar, incluso, la reputación del país aunque su riesgo en los mercados aumente en progresión geométrica. Si en ese escenario es en el que quiere moverse el candidato socialista, a fe que lo está consiguiendo.
José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 18/6/2011