Editorial en ABC, 12/6/2011
El gobierno de Bildu en el Ayuntamiento de San Sebastián y otros muncipios vascos y navarros supone un retroceso democrático de imprevisibles consecuencias
LA constitución de los nuevos gobiernos municipales retrató ayer el carácter masivo de la derrota socialista en las elecciones del 22-M. Más que una suma de comicios locales, lo que se produjo ese día fue un claro mensaje de rechazo al Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, correlativo al de confianza en el Partido Popular. El PSOE sólo gobierna en nueve capitales de provincia, frente a 33 del PP. Es decir, el poder municipal está en manos de la oposición. Y algo parecido sucederá cuando se constituyan los ejecutivos autonómicos. El éxito del PP en Andalucía, Extremadura, Cataluña y Baleares es especialmente sintomático del cambio de opción política de los ciudadanos. No es automáticamente extrapolable a las elecciones generales de 2012, pero el sentimiento de necesidad de cambio ha arraigado de manera que parece irreversible. Y ya no vende el miedo a la derecha. Ahora bien, los resultados electorales no solo comprometen la salida del PSOE del Gobierno nacional. Tienen más significados, con consecuencias a largo plazo. El País Vasco es otro escenario donde el Gobierno socialista ha recogido lo que sembró, junto con los socialistas vascos, con confusión y ambigüedad acerca de Bildu. Esta coalición, que políticamente representa los intereses de ETA, se ha hecho con el control de Guipúzcoa, formando gobierno en San Sebastián, Rentería y Lasarte, en esta última localidad con el apoyo determinante del PNV. Los nacionalistas siguen rentabilizando su doble moral, aceptando votos del PP donde les conviene, como Elorrio, o dándoselos a Bildu, para desbancar los demócratas, como en Lasarte.
Los socialistas se han desplomado especialmente en la Comunidad de Madrid, facilitando el acceso del PP a gobiernos municipales que la izquierda consideraba patrimonio propio, como Getafe, hasta ayer presidido por el inefable Pedro Castro. En Madrid ya no hay «cinturón rojo», y mientras la izquierda no se ponga al día de estas novedades va a pasar muchos años en la oposición. Quien sí habrá tomado nota de sus posibilidades es Unión, Progreso y Democracia, que ha encontrado en la Comunidad de Madrid su plataforma de lanzamiento. Con capacidad de poder e influencia, a UPyD le toca poner en práctica sus mensajes regeneracionistas y confirmar la vitola de alternativa que ha exhibido en campaña. Con una perspectiva nacional, el 22-M se resume en un mapa político que hace de Mariano Rajoy y el PP los pivotes de la política nacional, y de Rodríguez Zapatero y el PSOE, los obstáculos que entorpecen llevar al Congreso y al Senado el clamor ciudadano por cerrar la etapa de gobierno socialista y por dar una nueva oportunidad a España.
Editorial en ABC, 12/6/2011