Luis Ventoso-ABC
Si un arrebato de ERC no lo evita, nace el Gobierno del insomnio
España es un país soberbio, pero como todos arrastra sus problemas. La productividad es mejorable. La tasa de reemplazo demográfico, de las peores del mundo (un país de viejos, con la pérdida de fuelle que conlleva). Se investiga poco y se inventa menos y falta esfuerzo en todos los tramos educativos. Pero resulta que el mayor problema que padecemos, el único que puede poner al país en jaque, es artificial. Se trata de una creación de un nacionalismo separatista y supremacista. Sus paladines se consideran superiores a los que llaman con desprecio «los españoles», por lo que pelean por levantar muros de ruptura e insolidaridad a costa de la destrucción del Estado. El modelo autonómico, positivo en algunos aspectos, ha tenido un peaje: al entregar a las comunidades la gestión de lo medular de la vida cotidiana, la instancia regional se ha convertido en referente absoluto y se ha producido un extrañamiento respecto a la idea de España. Azuzada esa deriva por el desnorte del PSOE, astracanes como el brote identitario leonés ya evocan la verbena de la Primera República.
¿Cómo se hace frente a un envite separatista? ¿Dando más munición a los enemigos del país -léase más competencias y autogobierno-, o plantándoles frente desde la defensa de lo común? Es evidente que el desafío ha llegado tan lejos que demandaría un cierre de filas inmediato de los partidos proespañoles -¿lo es todavía el PSOE?-, a fin de fomentar la idea de España, reponer la legalidad en Cataluña y fortalecer la presencia del Estado y la cultura española allí donde languidecen. Y ahí radica la extrema gravedad del Gobierno que viene. En una felonía imperdonable, para seguir en La Moncloa a cualquier precio, Sánchez ha armado el Ejecutivo que a él mismo le quitaba el sueño en verano. Gobernará con Podemos, partido comunista que apoya la autodeterminación y carece del mínimo patriotismo, y será rehén de un separatista sedicioso condenado en firme a 13 años. Esa entente reventará pronto. Pero mientras vamos a sufrir. Ayer ya dejaron su tarjeta de presentación. Más impuestos para empresas, bancos y quienes ganen más de 130.000 euros. Primer aviso a los católicos, con dos rejones a su modelo educativo. Intervencionismo estatal hasta en la sopa, con otra vuelta de tuerca a la Memoria Histórica e inquietantes iniciativas para pastorear a la prensa libre. Subvenciones fantasiosas, que un país tan endeudado no puede pagar. Liquidación de la reforma laboral (más paro). Otra subida del salario mínimo (más paro). Más trabas a las empresas (más paro). De propina, rendición en el mostrador del PNV, con la delirante aceptación de que «la estructura del Estado» se adecúe a las «necesidades» del País Vasco.
Comienza el desguace de España y lo observamos con una pasividad pasmosa, dispersos en las copillas navideñas y tranquilos, «porque aquí se vive muy bien». Hasta que deje de ser así… Si un arrebato final de ERC no salva a Sánchez de sí mismo, llega el Gobierno del insomnio. Estamos ya en un país donde a un preso golpista se le comunican los dictámenes de la Abogacía del Estado antes que al conjunto de los ciudadanos.