Tonia Etxarri, EL CORREO 03/12/12
EH Bildu pretende articular un «Gobierno paralelo» para arrastrar al PNV al radicalismo.
Con la presentación de la candidatura alternativa de EH Bildu a la presidencia del Gobierno vasco, Laura Mintegi, más allá de los posibles guiños de «reconversión» a la democracia que quieren ver algunos dirigentes del PNV, visualizará su disposición a ejercer de contrapoder en la nueva legislatura. Iñigo Urkullu, antes de que la Cámara lo designe nuevo lehendakari, verá en la tribuna de los oradores a la candidata de la izquierda abertzale que, aunque no tenga ninguna posibilidad de éxito, aprovechará su momento de gloria para anunciar que los herederos de Batasuna tienen un doble plan. Asumir el liderazgo de izquierdas (desplazando a los socialistas) y soberanista (sobrepasando al PNV), y actuar como si estuvieran gobernando.
La segunda parte del plan le resultará familiar al PNV. Tiene idéntica motivación a la que expresaron los jelkides en cuanto el socialista Patxi López se hizo con las riendas de Ajuria Enea, con la ayuda del PP. En esta ocasión, EH Bildu no cuestiona la legitimidad del nuevo Gobierno que tendrá que formar Iñigo Urkullu. Pero no le va a extender la alfombra roja al nuevo lehendakari para que se estrene con las tijeras en la mano cuando tenga que negociar sus primeros Presupuestos recortados. Tampoco le va a facilitar que dilate en el tiempo el debate pendiente sobre la presentación del nuevo Estatuto. Se le presenta, pues, a Iñigo Urkullu una legislatura complicada por la minoría de su Gobierno en solitario y por el control constante al que va a ser sometido, no sólo por la oposición en general, sino por el segundo partido del hemiciclo.
Que la izquierda abertzale quiera –ahora que ha ido conquistando parcelas de poder institucional en la Diputación de Gipuzkoa, ayuntamientos y el Congreso de los Diputados desde que el Tribunal Constitucional la legalizó– gobernar desde la oposición no es una ocurrencia de última hora. Es una idea consolidada desde hace tiempo, cuya primera escenificación se produjo con la foto de sus candidatos desde la balconada del hotel Carlton de Bilbao. Aquel gesto electoral, en el que EH Bildu emulaba, con su posado, la histórica foto del lehendakari Aguirre con su Gobierno, enojó al PNV y, especialmente, a Iñigo Urkullu que entonces (y sólo hace dos meses de aquel evento) reaccionó diciendo que « aún están por ver» los valores democráticos y éticos de la izquierda abertzale. Calificó de «insulto» la idea de imitar al Ejecutivo de concentración y de unidad entre nacionalistas y no nacionalistas de aquel lehendakari, hace 75 años, cuando «hoy la izquierda abertzale plantea una alianza en base a una clave soberanista».
Tampoco le gustó la pantomima a Patxi López. El mero hecho de pretender una equiparación entre los aspirantes de la izquierda abertzale y aquel Gobierno estatutario, defensor a ultranza de lo que significa la democracia, le pareció casi «un chiste» de quienes, «precisamente, han estado impidiéndonos, de alguna manera, la libertad».
Pero aquel montaje electoral que tanto irritó a los partidos democráticos venía cargado de intención. Una foto envuelta en el celofán de un anuncio. Con el mensaje de que los herederos de Batasuna quieren llegar algún día a gobernar Euskadi. Y como las urnas les han dejado en el segundo lugar del arco parlamentario, quieren recuperar el espacio institucional perdido en los años en los que estuvieron proscritos del Parlamento porque la Justicia los ilegalizó al considerarlos cómplices de ETA.
Desde que subió a la tribuna de los oradores el preso preventivo Juan Carlos Yoldi han transcurrido 25 años. Ahora, a diferencia de las arengas que dejó el etarra sobre el hemiciclo, Laura Mintegi saldrá a la palestra para mirar a los ojos al futuro lehendakari y recordarle lo mismo que hizo el PNV con Patxi López en la pasada legislatura: que fuera de Ajuria Enea habrá un Gobierno paralelo, pendiente de su gestión. Un ‘Gran Hermano’ que le marcará el minutaje de la vigilancia constante y, sobre todo, que estará dispuesto a arrebatarle, con sus 21 escaños, el liderazgo abertzale en el mundo nacionalista en cuanto Urkullu, apremiado por la crisis económica y el ajustado Presupuesto, baje la guardia.
Algunos dirigentes del PNV han querido restar importancia a la decisión de EH Bildu de presentar su candidatura alternativa a lehendakari. Es más, lo interpretan como un síntoma de que la izquierda abertzale «legitima el marco institucional». Pero los hechos, hoy por hoy, no acreditan esa ruptura definitiva con el pasado. El propio Urkullu, contrariado por la foto del hotel Carlton, cuestionaba, hace tan sólo dos meses, que se hubiera producido el cambio de «los nuevos tiempos». En realidad, Laura Mintegi, durante toda la campaña electoral, esquivó cualquier emplazamiento recibido para que condenara la violencia de ETA. Se encontrará, probablemente, con situaciones similares en el nuevo Parlamento cuando se discuta sobre la convivencia y el PP, UPyD o los socialistas rechacen su intención de blanquear la historia de tantos años de terrorismo.
Pero todo indica que, de momento, EH Bildu seguirá concentrando su energía en hacer el marcaje al PNV. Su monodiscurso sigue orientado al Estado propio como el remedio milagroso de todos los males, sosteniendo que, con una Euskadi independiente, no habría que hacer recortes ni despidos. La presión de la izquierda abertzale sobre el PNV, si la crisis sigue empeorando, puede resultarle a Urkullu insoportable. A diferencia de Artur Mas, el futuro lehendakari no jugó con cartas soberanistas en su campaña. Quizás esa actitud le facilite, ahora, la búsqueda de apoyos en su histórico socio de la bancada socialista. Porque va a necesitar ayuda.
Tonia Etxarri, EL CORREO 03/12/12