Rebeca Argudo-ABC
- Ábalos ha venido a decir: ojito conmigo que mi voto –ese tan necesario porque sin él, igual, no os salen las cuentas– tiene un precio
Dice José Luis Ábalos que a partir de este momento votará en conciencia. Lo dice ahora, tras la publicación de la auditoría del Ministerio de Transportes sobre el caso Koldo. Dice también que no va a enmendarse a sí mismo. Que donde dijo Digo, fue Digo lo que dijo, y no Diego. Que por quién le toman. Pero ese marcar un antes y un después, una voluntad de cambio, entre el votar desde ahora en conciencia y ese pasado en el que votaba, sí, pero no sabemos cómo, lo que sugiere es precisamente que, en conciencia, lo que se dice en conciencia, no lo hacía. O no siempre. Si no, no sería necesario destacarlo. Uno no dice que a partir de ahora no empujará ancianas bajo las ruedas de autobuses en marcha si no lo ha hecho antes. Ni anuncia que dejará de beber si no bebe. Ni que empezará la dieta el lunes (el otro lunes) o el gimnasio (el próximo lunes también) si hasta ahora ya hacía dieta e iba al gimnasio. Si a partir de ahora se va a hacer algo es que, hasta este momento, no se hacía. No hay otra.
Así pues, me pregunto, en qué concretamente votaría Ábalos en contra de su propia conciencia, pero fiel a la disciplina del que fue su partido. No lo sabremos, porque no lo va a decir. Pero lo que sí sabemos es que ante el rey prometió, por su conciencia y honor, cumplir fielmente con las obligaciones de su cargo. Y su conciencia, parece, no ha cotizado al alza últimamente. ¿Ha faltado entonces a sus mandatos constitucionales? Y, si a partir de ahora José Luis Ábalos va a votar en conciencia… ¿Podríamos pensar que hay otros que van a seguir no haciéndolo dentro de su partido? ¿Y en otros? ¿Está por encima el deber de ser fiel a la disciplina de partido que el deber de obrar de acuerdo a su propia conciencia y responsabilidad? ¿Cuántos de nuestros diputados votan en contra de su conciencia y de acuerdo con la disciplina de partido? ¿Cuánto podemos confiar en ellos, entonces?
A mí, la afirmación de Ábalos, en lugar de tranquilizarme porque a partir de ahora vaya a hacer lo que se supone que ya debería haber hecho durante mucho tiempo, me inquieta más que me tranquiliza. Pero todavía, creo, debe inquietar más a Pedro Sánchez. Por la amenaza implícita, digo. En ese «a partir de ahora voy a votar en conciencia, ya no seré seguidista del PSOE» el subtexto apenas se disimula: ojito conmigo que mi voto, ese tan necesario porque sin él, igual, no os salen las cuentas, tiene un precio. José Luis Ábalos, desde hoy, es imprevisible. Uno ya no sabe por dónde podrá salir. Y un voto, para un gobierno en mayoría puramente aritmética, cogido por los pelos y con servidumbre debida a unos y otros, solo le faltaba otro acreedor. Supongo que habrán hecho cuentas y jugársela de esta manera es el mejor de los escenarios. Ni imaginarme quiero cómo debe ser el peor.