EL CONFIDENCIAL 13/04/17
FEDERICO QUEVEDO
· Venía a decir Otegi que si realmente ETA había sido derrotada, no era explicable que el Gobierno no lo celebrara. No le faltaba razón, aunque su conclusión es diferente a la nuestra
Hace unos días, me uní con mi firma al manifiesto elaborado por el colectivo de víctimas del terrorismo en el que se aboga por ‘Un fin de ETA sin impunidad‘. Lo hice porque lo suscribo de la primera a la última letra. El manifiesto se publicó unos días antes de que la propia banda terrorista —terrorista, sí, y hay que insistir mucho en ello, porque ya hay por ahí algún cretino que pone en duda el término— hiciera el paripé de la entrega de armas, que en el fondo no fue otra cosa que la escenificación a su manera de su propia rendición. A ETA, que está acabada y derrotada desde hace tiempo, ya solo le falta firmar su disolución para pasar definitivamente a ser un capítulo más —uno de los más tristes, dramáticos y sangrientos— de nuestra reciente historia.
Y los que hemos conocido, algunos porque lo hemos vivido muy intensamente en nuestra infancia y juventud, hasta dónde ha llegado la barbarie del terrorismo, no podemos por menos que alegrarnos de que esto sea así, aunque en el fondo de nuestros corazones nos embargue el dolor por todas aquellas víctimas de la sinrazón. Pero lo cierto es que esa alegría no fluye, no la hemos expresado abiertamente. Es más, hemos transmitido una imagen de enfado, o de malestar por la forma en que se ha producido esa entrega de armas. Un malestar que tiene mucho que ver con el hecho de que ahora sean ETA y su entorno los que quieran apropiarse del relato de lo sucedido durante tantas décadas de terror.
No suelo leer muchas entrevistas ni declaraciones de Arnaldo Otegi, pero coincidiendo con el suceso del pasado fin de semana en suelo francés, leí una, publicada en no recuerdo qué medio escrito, en la que entre todas las sandeces que puede decir este condenado por terrorismo, había sin embargo una afirmación que me dio que pensar. Venía a decir Otegi, no tengo la frase textual, que si realmente ETA había sido derrotada, no era explicable que el Gobierno no lo celebrara. Y me di cuenta de que no le faltaba razón, aunque evidentemente su conclusión es diferente a la nuestra.
Con ello, Otegi pretendía demostrar que realmente ETA no había sido derrotada, lo cual es una tremenda falsedad. Sí lo ha sido, a manos de la democracia y de los diversos gobiernos —todos, sin excepción— que han luchado contra ella. Y ha caído derrotada porque de hecho se ha rendido sin haber logrado ni uno solo de los objetivos que daban sentido a su lucha armada. El que a lo largo de estos años algunos de sus presos hayan obtenido determinados beneficios penitenciarios no puede considerarse un éxito, después de tanta sangre derramada a cambio de nada. La democracia se ha mantenido firme, y fuerte, y esa firmeza tenía y tiene mucho que ver con la ejemplaridad moral que desde el minuto uno han transmitido las víctimas.
ETA ha caído derrotada porque de hecho se ha rendido sin haber logrado ni uno solo de los objetivos que daban sentido a su lucha armada
Y precisamente por eso no se puede dar un paso atrás. Permitir que ETA y sus secuaces como Otegi protagonicen el relato de los hechos es algo más que un paso atrás, es una humillación imperdonable. Por eso hay que alegrarse de su derrota, y por eso esa alegría debe conducir a un relato fiel de los hechos, unos hechos en los que ha habido unas víctimas inocentes y unos verdugos sanguinarios. Porque no hay ideología ni fin último que justifique la cruel matanza ni la persecución a que el terrorismo nos ha sometido durante tantos años. El Gobierno debería haber celebrado ese paripé de entrega de armas como lo que realmente era: una rendición, pero en lugar de eso se ha quedado en un mero observador.
Permitir que ETA y sus secuaces como Otegi protagonicen el relato de los hechos es algo más que un paso atrás, es una humillación imperdonable
Era necesario proclamar la derrota de ETA para que lo escuchara todo el mundo, y para que todo el mundo recordara lo que ha significado tanta violencia y no se olvide nunca el dolor causado. A veces, tengo la sensación de que si bien en el terreno de la firmeza moral hemos sido claramente vencedores, en el del lenguaje sin embargo nos hemos dejado avasallar por ellos. Y no puede ser. Lo he escrito alguna vez, y lo reitero: creo que hay que contar a los jóvenes, en los colegios, lo que ha sido ETA, y lo que ha hecho, y cómo con la voluntad de todos al final ha sido vencida. Y es necesario hacerlo para que las lágrimas del dolor se conviertan en lágrimas de esperanza.