Visto así, de lejos, uno diría que Europa se enfrenta a graves problemas. Tenemos una guerra que evoluciona mal, aunque solo sea porque dura demasiado. Sufrimos un devastador problema de inflación, que está erosionando rentas y ahorros, a la vez que complica en exceso la llegada a fin de mes de millones de ciudadanos europeos. Nos enfrentamos al final de la extraordinaria laxitud de la política monetaria, que va a desembocar en una segura, por anunciada, subida de tipos y puede que -esto no es seguro, pero es muy probable- en una crisis de deuda, como consecuencia de la retirada de las compras masivas realizadas por el Banco Central Europeo. Las nuevas emisiones, que seguirán siendo necesarias por culpa de unos déficits públicos que no cejarán, se van a enfrentar a las lógicas exigencias que plantearán quienes asuman dichas compras. Al menos en los países del Sur, cuya evolución suscita sospechas. Para completar el panorama, tenemos el abastecimiento energético colgado del delgado hilo que nos une al tirano Putin y seguimos sin contar con la gran mayoría de las ayudas prometidas del Next-Gen, perdidas en una maraña administrativa que nos asfixia.
Estará de acuerdo en que tenemos muchos y graves problemas. Bueno, pues a pesar de todo ello, da la impresión de que, en Bruselas, se aburren. El Parlamento Europeo y los Estados han llegado al sorprendente acuerdo de asegurar un salario mínimo digno para todos. La intención no puede ser más loable, pero ¿cómo hacerlo? No entiendo cómo se les olvidó definir qué es un salario digno; ni cómo se puede hacer tal cosa sin relacionarlo ni con la evolución de la productividad, ni con el desempeño ni con la formación; ni con otros detalles nimios como la situación económica de los que han de pagar ese salario mínimo. ¿De verdad que alguien cree en Bruselas que tal cosa se puede gobernar desde tan lejos? ¿De verdad creen que tan bondadosa declaración va a tener el más mínimo impacto práctico, cuando hay varios países que ni siquiera han sentido la necesidad de establecer por ley un salario mínimo y a quienes la iniciativa no obligará a introducirlo?
Supongo que será entretenido esto de pactar cosas con las que nadie puede estar en desacuerdo y que ninguna consecuencia práctica tendrá. Pero creo que hay objetivos igual de nobles y más urgentes a los que dedicar tantos esfuerzos y tantas reuniones.