ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 01/10/15
· El voto útil en Cataluña no ha ido al partido del Gobierno, sino al de Albert Rivera, que ofrece limpieza e ilusión.
No serán extrapolables, como repite el argumentario de los dos partidos mayoritarios, pero es evidente que el resultado de las elecciones catalanas tiene una lectura en clave de generales que ya se está haciendo en sus respectivos puestos de mando. Y la preocupación va por barrios.
Los socialistas carecen de motivos para la satisfacción, toda vez que no hace mucho llegaron a gobernar Cataluña, además de ser el referente español en dicha comunidad, y ahora se han convertido en una fuerza irrelevante. Han aguantado el tirón secesionista algo mejor que el PP, seguramente por sus bailes en la cuerda floja, aunque lo que produce cierto alivio entre los de Pedro Sánchez no es tanto esa mísera diferencia cuanto el pinchazo monumental de Podemos, su más directo rival en la lucha por el electorado de izquierdas. La candidatura apadrinada por Pablo Iglesias no sólo no ha logrado el anhelado «sorpasso», sino que ha perdido dos diputados con respecto a los conseguidos en 2012 por ICV en solitario.
Proyectado al próximo mes de diciembre, ese descalabro del populismo de coleta permite albergar esperanzas al líder del PSOE, especialmente si logra convencer a sus votantes de que no repetirá la jugada de las municipales y autonómicas; es decir, no hará pactos de perdedores con quien quiere ocupar su puesto y únicamente intentará formar gobierno si se impone en los comicios. No parece fácil la tarea, habida cuenta del precedente, pese a lo cual en Ferraz confían en que el fenómeno Iglesias haya iniciado un declive imparable. La cara de funeral que exhibían los podemitas la noche del pasado domingo indica que el mismo diagnóstico se hace en su cuartel general. Y desde el punto de vista democrático sería una excelente noticia, ya que la pugna regresaría al centro del espacio político alejándose de tentaciones extremistas.
En las filas populares el auge de Ciudadanos ha desatado las alarmas. Más allá del discurso oficial, centrado en diferenciar el terreno de juego catalán de cualquier otro, lo cierto es que en algún despacho de la calle Génova se ha desplegado el mapa electoral y ya se cuentan escaños circunscripción a circunscripción, tomando en consideración el nuevo escenario que se dibuja; esto es, el ascenso de los de Rivera a la tercera posición y no la cuarta, lo que marca una diferencia sustancial con arreglo a la implacable ley d´Hont.
En términos aritméticos la preocupación es grande. En términos políticos, mayor. Porque lo sucedido en Cataluña revela que el voto en busca de refugio seguro, el voto útil para hacer frente al peligro rupturista y la consiguiente inestabilidad, no ha ido a parar al partido del Gobierno, sino al de un joven dirigente que ha construido su proyecto en torno a dos valores en alza: ilusión y limpieza. Valores sólidos, constructivos, susceptibles de movilizar a una sociedad necesitada de crecimiento económico, sin duda, pero también de esperanza. Valores imposibles de combatir renunciando a la emoción y apelando únicamente al PIB.
Por más que su regañina pública haya sido tan extemporánea como desleal, Aznar pone el dedo en la llaga al subrayar los cuatro tropiezos consecutivos sufridos por el PP en las urnas europeas, andaluzas, municipales y catalanas. Descalabros que, lejos de provocar un cambio de rumbo en el partido, han sido justificados con todo tipo de excusas encaminadas a evitar la necesaria autocrítica. A dos meses y medio de las generales poco tiempo queda para enderezar nada. Pueden evitarse, eso sí, errores de libro como el de tratar de insultar a tu único aliado potencial regalándole el título de «Naranjito».
ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 01/10/15